Premonición - Pilar Murillo

                                                                       



Esta mañana no me sentía demasiado bien, un dolor de cabeza terrible me acotaba el resurgir de las ideas. No sabía la razón de tan molesta jaqueca. Despertarme así tan incómodamente y acto seguido levantarme, subir la persiana y encontrarme con unos rayos de sol que a mí me parecieron un par de pájaros carpinteros taladrándome las sienes. Me fui a la cocina y me dispuse a calentarme una taza de café negro, utilicé el microondas. ¡Terrible ruido, penetrante! Pero el ring del teléfono aún fue peor, hasta que lo descolgué y oí aquella voz de bufón al otro lado del hilo telefónico, sí un completo desconocido y encima tenía mi número de teléfono fijo. A parte de mi terrible resaca, la noche anterior perdí la cabeza, una laguna enorme me distanciaba de la cena con mis amigas, el karaoke y ¿qué pasó luego hasta llegar a casa? La voz de hombre, a través del teléfono me aclaró parte de mi oscuridad. Terminamos en el bar “Caléndula”, en Avilés. ¿En Avilés? Miro a mí alrededor y me fijo que aquellas paredes no eran del color de las paredes de mi casa, la cama no era mi cama, ni la cocina era mi cocina. Bueno, no estaba en mi casa. “Naturalmente que no es tu casa, es la mía.” -Me dice la voz de hombre-, “¿¡Pero qué coño hago yo aquí?”, -pensé en voz alta-. La voz de hombre me informó que él y yo acabamos con toda la sidra que pudimos, que acabamos cantando hasta una canción de Lola Flores, que salimos del bar cuando empezó a amanecer, que ya en la calle yo seguía el vuelo de una libélula, él me seguía a mí y cuando encontró un taxi me hizo subir, donde vomité. Que me trajo a su casa y…. bueno, yo empecé a pensar de todo, pasé el día con un desconocido, en su casa, en su cama… ¿y yo estaba vestida?, ¿No había pasado nada?. El hombre me dice, ¿oye puedes venir a abrirme? Me has dejado encerrado en mi propio baño. Estoy llamando a mi casa con el móvil y a penas me queda batería. “¿Pero los baños no se cierran por dentro?”,” Sí normalmente sí”- Me dice la voz de bufón-, pero éste hombre puso el pestillo al revés, eso es muy sospechoso. ¿Por qué alguien pondría un pestillo por fuera si no es por secuestrar a alguien? ¿Dónde narices estaba yo?
Cuando desperté, miré a mí alrededor, estaba en mi casa, en mi cama. Todo había sido un sueño. De pronto suena mi móvil, era mi amiga Marta recordándome la cena de ésta noche, y le dije, yo no voy a salir. Mi amiga no quería oírme decir eso. “Está bien, iré, pero no me dejes beber sidra, y mucho menos me dejéis sola con un desconocido”, Marta se rió y seguidamente se despidió hasta la noche.
Estoy maquillándome y pienso, ¿Qué hay de malo con que me secuestre un tío a mis casi cincuenta años?






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