En
una mano la copa de brandy, en la otra un cabujón. Su mujer había
leído en una revista que el cabujón, introducido en el brandy,
confería a éste propiedades afrodisíacas. Lo hizo, receloso, pues
no era amigo de mitos o hechicerías. Sin embargo, sin haber agotado
aún el último trago, comenzó a excitarse. Buscó a su mujer e
hicieron el amor como no recordaban haberlo hecho en mucho tiempo.
Después durmieron satisfechos, él por recobrar su virilidad
perdida, ella porque ante la negativa de su marido a acudir al médico
para tratar su impotencia, por fin se había decidido a disolverle
una pastilla de Viagra en la sopa de la cena.
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