Motu - Cristina Muñiz Martín




                                                                                  



Las bodegas del barco habían engullido a quinientos veinte ébanos destinados a la trata. Los habían raptado en sus aldeas, a la vista de todos, sin que nadie pudiera hacer más que gritar su dolor y su desesperanza. El agua y la comida que les daban eran escasas, no así los golpes, abundantes en exceso, como si en vez de a seres humanos atizaran a un pulpo destinado a la cena. Motu, un joven fuerte y aguerrido, una noche logró deshacerse de sus ataduras y subir sigilosamente a cubierta. Cuando vio el mar se creyó salvado, pues él era uno de los mejores nadadores de su aldea, aunque sintió miedo al no saber en qué dirección nadar. Más pensó que mejor dejarse tragar por aquel mar ignoto, dándose de tributo a los dioses, que morir en la bodega apestosa donde había pasado ya demasiados días. Motu encontró un tablón de madera, lo tiró al mar y después se arrojó por la borda en busca de su libertad.


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