¡Que
te parta un rayo!—gritó José enfurecido.
Y
a ti que te folle un pez—chilló Clara con el rostro descompuesto,
mientras introducía aceleradamente su ropa en la maleta, dispuesta a
poner fin de una vez por todas a esa relación sumida en un mar de
nubes negras desde hacía ya demasiado tiempo.
Clara
salió de la casa de campo metiendo un portazo, enfrentándose a la
tormenta. No había llegado aún al coche cuando la alcanzó el rayo.
Desde entonces, José está internado en un sanatorio psiquiátrico,
sin que los médicos sean capaces de ayudarlo a superar su miedo
profundo a los peces.
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