La imaginación de Clara - Pilar Murillo


                                      




Clara, es una niña de cabello liso negro, con ojos verdes muy brillantes. Hacía un día que su madre la había dejado en casa de su abuela. La abuela era una señora muy campechana y alegre y estaba encantada de tener a su nietecita unas semanas con ella en el pueblo. Clara, con apenas ocho años, podía dar conversaciones muy coherentes y sin apenas preguntas, no hacía falta, su abuela le contaba historias muy bien explicadas.
Como casi todos los niños Clara tenía imaginación, pero en su caso, tenía una imaginación desbordante.
Una tarde que se había quedado durmiendo la siesta, despertó con unos chillidos atroces y unos golpes en la puerta. Llamó a gritos a su abuela y ésta tardó tres minutos en estar a su lado. La niña le explicó el miedo que había pasado. Su abuela intentó quitarle ese miedo contándole la verdad, pero casi fue peor. La niña se estaba dando cuenta de la realidad de un pueblo, de los animales que andan por el corral, como las gallinas, los cerdos y a otro día no están. Clara le dijo a su abuela que eso era muy cruel. Su abuela le respondió con otra pregunta, ¿A ti te gusta el jamón? La niña asiente. “¿te gusta la pechuga de pollo?” “- Sí abuela, pero cuando lo como no los veo vivos, no los conocía.
En otra ocasión que Clara regresaba a casa de la abuela al oscurecer de haber estado toda la tarde jugando con María; y en el camino se encuentra con Richard, un niño muy travieso que vivía todo el año en el pueblo. Clara observa que está apuntando con su tirachinas al cielo y le pregunta qué que hace. “No ves? Intento cazar un pájaro.”, “Te ha hecho algo a ti ese pobre pájaro” y antes de responder ya lo había derribado. Los dos vieron que no era un pájaro. Y dijo el niño “Qué asco es un murciégalo”, a lo que Clara le responde, “Eres tan tonto que no sabes que te has cargado a un pobre murciélago”, “Es lo que yo he dicho”, dice el chiquillo. Y Clara enfadada sigue su camino, volviendo la cara para gritarle “matas a un animal que ni siquiera sabes pronunciar. Pero lo que no sabes es que ésta noche, sus padres llegaran en forma de murciélagos a tu ventana y luego se transformaran en vampiros y te chuparan la sangre. ¡Animal. Tú sí que eres un animal!” Clara se quedó muy a gusto, pero el chaval se marchó llorando y corriendo para su casa.
Clara estaba deseando que su madre volviese a por ella, ya no le gustaba sentir como mataban un cerdo, ni cómo mataban un pollo. Su abuela, un poco entristecida, se daba cuenta de que su nieta se hacía mayor y seguramente en diez años formaría parte de alguna plataforma animalista.
Clara se hizo mayor y escribió una novela sobre la extinción de una familia de granjeros.



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