Habitación 405 - Pilar Murillo


                                     


Tenía la tv puesta y le di volumen porque los vecinos de al lado se habían puesto demasiado cariñosos. No es que me importe, pero las habitaciones de un hotel son como de papel y no tengo por qué escuchar obscenidades.
Eran las doce de la noche cuando empezó la tormenta. Al verse el primer rayo el trueno se escuchó lejano. Se fue la luz. Vino otro rayo, el trueno esta vez sonó encima del hotel y fue como si tuviese eco, pero no, aquello había sido un disparo camuflado con la tormenta. Sí un solo disparo. Por supuesto que sé distinguir un trueno de un tiro.
Seguidamente escuché el grito de una mujer que provenía de donde oí el disparo. No soy curioso, pero creí que alguien podría necesitar ayuda en la habitación contigua. Me asomé al pasillo desde la puerta de mi cuarto vi alejarse corriendo a una figura oscura, no pude distinguir si era hombre o mujer. Lo perdí de vista al llegar a la escalera, no usó el ascensor. Luego volvió la luz y me asomé a la habitación 405.
Había mucha sangre en el cabecero de la cama y en la pared. El hombre yacía sobre la mujer. Lo moví por si ella aún respiraba, Comprobé que no, que los dos estaban muertos de un solo tiro. Entonces les llamé a ustedes.
Le juro que no toqué nada, bueno sí, al señor, como ya le expliqué, pero fue un movimiento hacia arriba y en las mismas lo dejé caer. No sé nada más, lo siento. Lo único que tengo por seguro es que ese señor ya no estará más sobre la novia de nadie y sí bajo tierra. Perdone ésta observación pero cuando estoy nervioso me sale el sarcasmo. ¿Oiga por qué me pone las esposas? Esa pistola no es mía, no tengo ni idea de quien la habrá tirado en el contenedor de basura. ¡Quiero un abogado!


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