Ali
está sentada frente a su portátil, mirando a través de la ventana,
esperando a que las musas le traigan una lluvia de ideas.
El
curso de creación literaria le encanta, a pesar de que el último
trabajo encargado le trae de cabeza y no sabe a ciencia cierta si el
profesor le dará la enhorabuena o le sacará los colores. Entonces
Ali deja salir sus pensamientos en voz alta, disimulando como que
habla con su gata. “Bueno, a veces recurrir a cosas personales
tampoco está mal, es un inicio, ya habrá alguien que me diga,
“siempre escribes sobre ti” y le diré que sí, que estoy
comenzando mis memorias para cuando sea vieja y famosa. ¿Qué opinas
Mufinng?” La gatita le ronronea. Y Ali comienza a escribir como
poseída. Al principio cosas incoherentes que después de diez líneas
borra. Cuando vuelve a intentar escribir, suena el teléfono. Es su
hermana que le recuerda que toca comida familiar. Se arregla
rápidamente y en hora y media ya está sentada a la mesa con la
familia. El deseo de que dejen de preguntar o de hablar de su marido
es proporcional a las ganas de perderse y desaparecer. Cuando termina
sale al porche. Su hermana le acompaña sin dejar de hablar de su
novio australiano con el que se va a casar dentro de seis meses. Ali
se queda dormida y su sueño comienza viéndose a ella misma
escribiendo una historia que comienza así:
Melancólica,
a veces huraña, con poco humor para nada. Así está la protagonista
de ésta historia. Un día decide visitar a un antiguo amigo que
está un poco loco, pero eso le hace atractivo. Se ríe con él.
Piensa que si está tan a gusto y se ríe tanto… quizás sus
sentimientos sean más profundos que una simple amistad. Armándose
de valor decide sincerarse con él, pero su amigo le pega un corte
tremendo. Es gay.
El
tiempo va pasando y las decepciones se acumulan como el polvo. Ella
es unas veces como una veleta al viento y otras como un perro
abandonado, un perro que desconfía, pero aún así va buscando a su
amo.
Perdida
en la desértica rutina, a ratos encuentra un oasis donde abastecerse
de sentimientos agridulces, sin ser la salsa de ningún alimento
chino.
Pisa
en los charcos que dejan sus lágrimas, avanzando hacia un nuevo
horizonte que se antoja lejano, aún así lo intenta una y otra vez.
Casi lo logra, lo llega a tocar con la punta de sus dedos y sueña
con agarrarlo de la mano.
Atisba
unos rayos de sol que por fin se atreven a traspasar pequeñas nubes.
Esas nubes caprichosas que no quieren evaporarse. Se instalaron en el
norte, lo regaron bien, equivocándose de estación. No era otoño,
pero a ellas les daba igual y lloraron al tiempo que ella. Me estoy
dando cuenta de que hablando de esto, me voy del tema; y sepan que
éste es un cuento y la protagonista en realidad es esa niña que se
parece a mí… que quiere decir y quiere callar.
Quiere
salir a la calle y quiere quedarse en su hogar.
Si
sale, quiere hacerlo sola y luego no halla el camino de vuelta a su
casita, dónde le espera su gente.
Está
siempre acompañada, pero se siente sola.
Un
día decide comprarse unas alas que solo funcionan cuando se tienen
siete años. Se las coloca, se acuesta boca arriba sobre la cama,
cierra los ojos y entonces se ve a sí mima alzando el vuelo. Sale
por la ventana, divisa desde el cielo pueblos chiquititos donde se
puede reír de la gente, que son hormiguitas;… pero busca la
manera de no seguir buscando, de no seguir errando. Todo es en vano,
porque errar es de humanos. La niñita no consigue lo que quiere,
pide amor a quien no se lo puede dar, y divisa una montaña donde
aterrizar para contemplar el trayecto realizado. Su corazón sigue
encerrando aquél amor imposible. Tiene buenos sentimientos pero su
temor a que alguien le arrebate lo poco que pueda conseguir y el
egoísmo de no permitir que otros amen lo que ella ama, le hace
perder el camino correcto y empezar de nuevo. “Te quiero”, le
dijo a Peter Pang, pero él la mira enojado y decide irse a por
Wendy. La niña camina en el sentido opuesto a Peter, ese niño tan
mal educado y tan incoherente. Ella era una niña perdida y sigue
siéndolo.
Caminando,
caminando llega a un bosque, donde la arboleda altísima le impide
ver el sol y aprovecha para llorar a solas. Tanto llora que se forma
un río. Y a la orilla crece un árbol donde la pequeña se acomoda
aprovechando su sombra. Después se queda dormida.
No
se sabe cuánto tiempo estaría dormida, sólo se sabe que al
despertar, ya ha crecido.
Siente
que algo en su pecho le duele, pero mira hacia atrás y aunque allá
lejos haya perdido su corazón… decide caminar mirando al frente, y
sólo volver cuando el verano sea verano, cuando las estrellas
brillen de nuevo y la energía de vivir sea simplemente una flor, un
cielo, una vida, y no un niño que no quiere crecer y menos un
sombrerero loco. De esta forma habrá un final feliz para un bonito
cuento. Podría ser una bonita historia, pero es una vida sin cuento
y con final incierto.
¡Despierta
Alicia! – grita su hermana. Alicia se despereza, se había quedado
dormida sobre el balancín del porche. Mira a una esquina del jardín
y ve correr a un conejo blanco. Se encoge de hombros y entra en casa
de sus padres con su hermana. Sin duda le había sentado mal la
fabada. Tal comida copiosa justificaría esa pesadilla ¿o tendrá
sentido todo lo soñado?.
No
tiene valor a contar su secreto y desestabilizar a su familia, ¿Cómo
confesarlo?. “Ya lo pensaré mañana”. Se dice a sí misma,
evocando a Escarlata O’hara. Y después de despedirse de sus
progenitores y hermana, sale de aquella casa, dirigiéndose a su
viejo Peugeot 206 gris. Se sube en él con la idea de borrar a su
pasado de la cabeza y todo lo que se lo recordase, ya fuesen amigos
comunes o fotografías. Dejar de pensar en él no es fácil, pero le
ayuda a ir cavilando en su próximo relato.
La
vida real es difícil de descifrar y más un sueño, pero sin duda
hay sueños que parecen cuentos y cuentos que parecen sueños.
Algunos autores recurren a historias del subconsciente ¿Y por qué
no? ¿De dónde saldría Alicia en el país de las maravillas? ¿De
alguna mala digestión? Ella era Ali, no vivía precisamente en el
país de las maravillas pero tenía claro que escribiendo se sentía
mejor. Que su marido la dejase por Wendy no le importaba y no pensaba
ir tras ellos al país de nunca jamás, jamás lo hará. Estaba
orgullosa de sí misma, no todo es perfecto en la vida y menos en la
de una joven escritora; pero tenía una historia increíble sacada de
un sueño y eso para su clase de literatura le vendría de perlas,
(por no repetir maravilla).
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