Después de treinta años - Pilar Murillo

                                      





Después de treinta años he vuelto a pensar en ti, te he buscado por facebook y he tenido suerte de encontrarte, tus apellidos no son nada comunes. He estado a punto de ofrecerte amistad pero enseguida deseché la idea. En ese mismo instante volví a tener dieciséis años y te vi a ti, con dos años más. Sin apenas saber del amor, o del desamor. Tan jóvenes…
Yo no estaba preparada para dar ese gran paso, y aunque quería estar a tu lado, a mi edad también quería estar bailando, cosa que a ti no te gustaba, entonces decidí dejar la relación para salir a divertirme con mis amigas. Así, sin ti, yendo de discoteca con las compañeras. Después de cuatro semanas ya estaba harta de ellas. Echaba en falta tu risa, tus abrazos, tus besos y entonces, casualmente nos volvimos a encontrar. Me encantó verte, me sentí tan feliz… podría volar.
Decidimos volver a salir juntos, ser pareja. Tú ibas todos los fines de semana a mi pueblo para pasear por nuestra playa, pero a veces me llamabas para decirme que estabas enfermo y que tenías que quedarte en casa. Yo me iba de nuevo a la disco con las amigas y no pasaba nada, sólo que tú no estabas a mi lado. A veces podías estar dos fines de semana seguidos enfermo, pero tampoco pasaba nada, te ocupabas en escribirme cartas de amor demasiado artificiales, de lo más cursi. Claro que me ilusionaban, pero después de leerlas veinte veces, me preguntaba a mi misma qué de dónde las habrías copiado, y disculpa pero es que no te pegaba ser tan cargantemente, cursi; tú no eras así.
El tiempo iba pasando, y nuestra relación seguía igual. Un fin de semana nos veíamos y otro fin de semana desaparecías con cualquier excusa que yo me creía. Confiaba en ti.
Al llegar el verano y las fiestas de “prao” también llegó el mal rollo, no es que nosotros discutiésemos, pero todas mis amigas me contaban que te habían visto en un lugares distintos, con otra chica en actitud demasiado cariñosa, siempre la misma, otra chica que no era yo. Naturalmente yo no podía creerlas, no tenía celos, más bien pensaba que ellas me tenían envidia porque mi novio era el novio más guapo que ellas jamás tendrían y casi que me llegaba a enfadar con ellas, porque además, cuando te contaba estas cosas, tú me decías que te habrían visto con una amiga, lo desmentías. Las mentiras tienen las patas muy cortas y descubrí tu embuste con mis propios ojos.
Sentí como una flecha y veinte mil puñaladas, atravesaban mi corazón. No pudiste negar lo evidente y dejándola a ella a parte me dijiste que sólo la utilizabas que a quien querías era a mí. Yo reprimiendo mi rabia y mis ganas de llorar, solo te pude decir que la siguieses utilizando y seguí mi camino.
Pasados unos días, seguías llamándome aunque yo no podía contestarte. La canción de los secretos la escuchaba una y otra vez, me la llegué a aprender y la cantaba en la ducha mientras dejaba libres a mis lágrimas: “Déjame, no juegues más conmigo, ésta vez en serio te lo digo, Tuviste una oportunidad y la dejaste escapar”.
Dicen que el primer amor nunca se olvida. Tú me obligaste a echarte de mi vida, y seguí adelante sin ti. Han pasado demasiados años… hoy me pregunto ¿Qué será de tu vida? La vida sigue y las segundas oportunidades nunca fueron buenas, lo he comprobado con mucho dolor. “Déjame” de los secretos, hoy puedo cantarla sin nostalgia. El recuerdo de aquél muchacho de diecinueve años a veces se cuela en mi mente y sonrío. Estuve más de una década sin perdonarlo, pero los años pasan y es hora de que el pasado descanse en paz.



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