(El y ella están sentados en un
banco de una estación de tren, él tiene una maleta a su lado. Ella
le está mirando con cara de pena, él está mirando de frente con la
mirada perdida y se gira.)
Él.
(Visiblemente molesto.)
Todos somos esclavos de
nuestras palabras, pero sobre todo de nuestras promesas.(Pausa.)
Y ayer me lo prometiste.
Ella. (Titubeante.) Ya lo sé, pero...
Él. (Mirándola a los ojos.) ¿Pero qué?
Ella. (Su voz gana firmeza.) Me he pasado toda la noche sin dormir. Le he dado mil vueltas... y no puedo irme contigo.
Él. (Le coge del codo y su brazo tiembla levemente.) ¡Por Dios, Ana!, ¡Lo he mandado todo a la mierda por ti! No me vengas con eso ahora...
Ella.
(Soltándose del brazo.)
Han sucedido cosas que lo han cambiado todo. No me puedo ir.
Él. (Alterado.) Han sucedido cosas. Desde ayer a mediodía... ¡Han sucedido cosas!
Ella. Si, Luis, muchas cosas...
Él. (Se levanta y se queda unos segundos pensando.) ¿Y qué cojones ha sucedido? ¿No me podías haber avisado?
Ella. No, no podía, (Con voz suplicante.) tienes que irte solo.
Él. (Con voz firme marcando cada palabra.) Ya te he dicho que no pienso hacerlo.
Ella. Tienes que hacerlo. Por favor.
Él.
(Con cierta
desesperación.) ¿Pero
por qué? ¿Dime por qué?
Ella.
(Bajando la cabeza.)
Porque estoy embarazada.
Él. ¡No me jodas! (Se sienta.) Si me hice la vasectomía por ti. ¿Qué mierda ha fallado?
Ella. (Con miedo.) No es tuyo. (Pausa.) Es de Eduardo.
Él. (Con asombro.) ¿De tu marido? (Absolutamente perplejo.) ¿Te has ido a la cama con él después de lo que te hizo? (Muy enfadado.) ¡Tú eres una puta!
Ella. (Baja la cabeza.)
Él. (Gritando.) ¡Pero si nunca has querido tener hijos!
Ella. (Sigue mirando al suelo.)
Él. (Arrepentido.) Perdona, no se lo que digo. (Se queda pensando y habla nervioso pero convencido.) Escúchame, nos vamos ahora mismo. En cuanto lleguemos a Valencia, buscamos una clínica y abortamos. El dinero no es problema.
Ella. (Casi llorando.) No. No puedo irme contigo. Quiero tener este hijo.
Él. (Desesperado.) No puedes hacerme esto. Tú no. He dejado a mi mujer y me he despedido del trabajo, (Pausa.) ¡Por ti! (Su voz se suaviza.) Tengo los billetes. Vámonos. Vámonos ahora mismo. No estás pensando con claridad. Las hormonas te están jugando una mala pasada.
Ella. (Con voz dulce.) Ayer, cuando Eduardo me encontró llorando en el baño con el test de embarazo, fue la persona más maravillosa del mundo. Toda su ira, toda su rabia y frustración, se convirtieron en alegría, suavidad y dulzura. Volvía a ser el hombre del que me enamoré. Este hijo (Pausa.) va a devolverme la felicidad.
Él. (Desencajado.) Estás loca y eres una jodida mentirosa. ¿Y ahora qué hago yo? ¿Eh? ¿Qué hago yo ahora?
Ella. (Suplicando.) Debes irte. Necesito que te vayas. Seguro que en Valencia podrás empezar una nueva vida. (Pausa.) Aquí no eras feliz.
Él. (Con rencor.) ¡Necesitas que me vaya! ¡Ole tus ovarios! ¿Todo este tiempo has estado jugando conmigo, verdad? Tú, la única persona del mundo en quien confiaba.
Ella. Te juro que no.
Él.
Si fue idea tuya lo de ir a Valencia, “No puedo vivir en la misma
ciudad que él” me decías. (En
tono reflexivo.) Y
ahora, ¡Necesitas que me vaya! Ahora, lo que no puedes, es vivir en
la misma ciudad que yo.
Ella.
(Muy seria.)
Luis, ¡Por Dios! No lo hagas más difícil. Aquí ya no te une nada.
Coge ese tren.
Él. (Su voz suena como ida.) Necesitas que me vaya (Pausa.) para ser feliz. Arruinas, completa y absolutamente mi vida, sin la menor compasión, y ahora, (Marcando las palabras.) necesitas (Pausa.) que me vaya. (Se levanta y se acerca al borde del andén, se oye el sonido de un tren acercándose.)
Ella. (Gritando.) ¿Qué haces? ¡Apártate de ahí!
Él. (Con la voz muy tranquila.) No te preocupes, me iré. Pero no serás feliz.
Ella. (Se levanta y avanza hacia él gritando.)¡Estás Loco!
Él. Si es niño, ponle mi nombre. (Salta a las vías y es arrollado por el tren.)
Ella. (Cae al suelo arrodillada gritando.)¡Noooooooo!
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