Todos somos esclavos - Esperanza


                                            


 Relato inspirado en el título

Cada vez que las ve, tan altas, tan guapas, tan bien vestidas, tan sonrientes, siente que ha nacido antes de tiempo, en una época equivocada, en un lugar equivocado.
Ella, arrugada, con el gesto cansado y torcido por tantas tristezas y penurias, reposa sus molidos huesos en una mecedora, al calor del brasero, viéndolas pasar. Viendo pasar el poco tiempo que le queda.
A veces echa la vista atrás, a su juventud, que en nada se parece a la de esas muchachas. No tenían mucho, y con lo poco que había se conformaban.
Un vestido para la escuela, otro para los domingos. Un abrigo de paño basto, que picaba como si el demonio te hiciera cosquillas con su tridente, y que tenía que durar por lo menos cinco inviernos, si no más. Unas botas fuertes y unas sandalias para el calor. Con eso y poco más tiraban. Y cuando te hacías mocita empezabas a coserte tu ajuar. Que había que ser previsora y no había tiendas como ahora, que te lo dan todo hecho. Como a estas niñas tan bien vestidas, que ve cada día estrenando ropa nueva.
¡Qué gasto! Hay que ver. Antes no éramos nada presumidas. Tampoco nos lo podíamos permitir, no había.
Ahora lo ve en la tele; en esos programas que presentan chicas guapas y estilosas te dicen qué es lo que se va a llevar cada temporada.
Como no puede salir a la calle porque enseguida se fatiga, se queda en casa viendo la tele. Con tantos canales, a veces, se vuelve loca.
Al mediodía ve la novela. No falla ni un capítulo. Tantos personajes la lían un poco pero el truco está en verlo todos los días, resúmenes incluidos, así no pierdes hilo.
El canal de los desfiles de ropa también le gusta. Sobre todo por los colorines. Se distrae mucho. Pero lo que no le gusta son esos trucos que dan las niñas para estar más guapas.
Que si hay que tener el pelo perfecto, lavado con tal champú, que si se lleva este o el otro tono, que los rizos no se llevan, el flequillo sí, Y las melenas desmechadas, mejor con gomina con efecto mojado,... Pobres. Los tirones de pelo que se deben llevar cuando se lo alisan con ese invento de ahora. Cuando ve que se lo ponen cerca de la cara casi grita porque piensa que van a quemarse.
Lo más importante es que hay que ir siempre perfectamente maquilladas para salir a la calle: una base mate para la piel para tapar impurezas, un colorete especial para día o noche, con efecto de diamante, los labios bien perfilados con tonos chispeantes para dar aspecto jugoso y deseable, pestañas postizas bien grandes, sombras de colores imposibles que tapan los ojos de tanto como los redondean...
Y luego para quitarse todo eso, más potingues y más cremas. Que si no la piel no respira por la noche, dicen ellas que saben un montón.
Una barbaridad. Con darse unos polvitos en la cara y algo de carmín del de toda la vida ya estarían preciosas. Ella aún guarda la cajita de Maderas de Oriente que le regalaron cuando se casó. No le hacía falta más. Agua y jabón por las noches y siempre tuvo la piel perfecta.
Luego, los pelitos. Las niñas dicen que lo mejor es quitárselos todos, que son muy incómodos y hacen feo. Deben quedarles los de la cabeza y poco más. ¡Qué daño! Y si se les fuesen de una vez y ya no saliesen más... Pero cada pocos días dicen que tienen que ir. Y les pegan unos tirones que para qué. También son ganas de sufrir.
Y qué poco comerán porque son palos de escoba. Con lo que gustaban en sus tiempos unas buenas carnes prietas, que hubiera donde agarrar. Ahora se lleva el no comer, y beben unos batidos verdes que dicen que adelgazan. ¿Más? Madre mía. Las vueltas que da el mundo. Y si comen, luego van y lo vomitan. ¡Qué cosas! Ponerse a dieta. Antes eso ni se pensaba. Lo poco que había, lo guisabas como fuera y pa’ dentro.
¡Ay, Señor! Cómo van a comer bien con esos morros que se ponen, que parecen chorizos de cantimpalo. Luego se aficionan y les da por hincharse más o quitarse cosas y ponérselas en otras partes del cuerpo. Nunca se ven guapas, no están conformes como las puso Dios en el mundo.
¿Cómo las llaman en los reportajes que dicen que se gastan millones? Ah, sí, fashion victims o algo así.
Esclavas de su imagen que no acaban nunca de verse bien.
Pues ella las ve estupendas.
Quién tuviera veinte años otra vez, -viviendo en esta época, claro-, esa energía y esos cuerpos para poder pintarrajearse, arreglarse el cuerpo bien arreglado y ponerse esos modelitos...
¡Uy! Que se le va el santo al cielo. Que ya empieza la novela y se la pierde, y hoy salen personajes nuevos. Y si no la ve ya no duerme bien ¿Dónde habrá puesto el dichoso mando?






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