Fui yo, pero nadie lo sabe - Gloria Losada


    
Cuando comencé en el nuevo colegio no me imaginaba que las cosas iba a terminar así. Yo siempre fui una buena chica, nunca dí guerra a mis padres, me gustaba estudiar y salía poco, así que nunca comprendí muy bien el motivo por el que cuando comencé el bachiller decidieron enviarme a aquel colegio casi de élite por el que pagaban un dineral que apenas tenían, en lugar de al instituto al que iban a ir todas mis amigas. A mí no me gustó su decisión, pero por más que protesté, lloré y me enfadé, no fui capaz de que cedieran. A aquel colegio acudían dos tipos de alumnos, los hijos de papás ricos que buscaban una educación exclusiva, y aquellos indominables a los que sus padres habían dado por imposibles y que buscaban disciplina. Yo no estaba en un grupo ni en el otro y supongo que por eso me aislaron.

Marga era la líder del grupo. No estoy muy segura de a qué grupo de alumnos pertenecía. No me parecía mala estudiante, pero desde luego era una maleducada y una protestona. A lo mejor esas cualidades eran las que hacía que casi todos revolotearan a su alrededor. Todos... menos yo.

Me tomó de ojeriza desde el primer día y me hizo blanco de sus bromas estúpidas, bromas que yo soportaba estoicamente porque me parecían tan insulsas que no merecía la pena enfadarse, hasta que comenzó a propasarse. Fue una tarde después de la clase de educación física. Nos estábamos duchando en los vestuarios cuando de pronto abrió la puerta de mi ducha y con su móvil me grabó completamente desnuda. No contenta con eso se lo pasó a todos sus amigos y lo colgó en las redes sociales. Aquello me pudo a mí misma. Cuando me vi allí, en la pantalla de mi ordenador, burlada e indefensa, una sensación nueva recorrió mi cuerpo. Mi corazón comenzó a latir a cien por hora y me dieron ganas de romper cosas. Si la llego a tener delante de mi la estrangularía con mis propias manos. Me asusté de mis propios pensamientos. Supongo que en ese momento debería pedir ayuda, pero yo siempre me consideré una persona autosuficiente, tal vez demasiado y me dije que no, que aquel problema lo tenía que arreglar yo sola.

A partir de aquel día siempre que tenía a Marga delante de mí, me pasaba lo mismo, esas ganas de atacarla, de gritarle, de machacarla hasta hacerla pedazos. Cerraba los ojos y respiraba profundo, intentaba que mi mente se evadiera pensando en otra cosa y en último término me largaba dejándola con la palabra en la boca, aunque después tenía que escuchar lindezas como que era una cobarde, una gallina y cosas por el estilo, pero mejor eso que dejarme llevar por aquel sentimiento insano que se adueñaba de mí e intentaba dominarme.

No sé cuánto tiempo aguanté, fueron unos meses en todo caso, hasta que me dejé llevar y le puse fin a una situación que estaba terminando conmigo. Fue durante una excursión a la montaña. Íbamos con los profesores de ciencias con la intención de coger hojas para hacer un mural y fomentar el contacto con la naturaleza. Llevábamos un rato caminando cuando me entraron las ganas de hacer pis. Intenté aguantar y cuando ya no pude más me fui quedando un poco rezagada con la intención de hacerlo escondida detrás de un árbol o una roca. Pero Marga no respetó mi intimidad y mear con compañía, mientras de nuevo me grababa con el móvil con aviesas intenciones, no fue de mi agrado. Esta vez no le puse freno, no pude ni quise y me dejé llevar por aquel demonio que crecía en mi y me empujaba a ser mala. Me subía las bragas y el pantalón de chandal con toda la calma de que fui capaz, mientras la otra no dejaba de grabar con el móvil y hablaba contándome el éxito que iba a tener el vídeo cuando lo colgara en you tube.

-Se volverá viral – me dijo con un carcajada.

-Puede ser, pero tú no lo verás – le contesté yo con mi mejor sonrisa.

A continuación la empujé por el barranco. Fue un gesto sencillo, fácil. No lo hice yo, lo hice el demonio que nacía dentro de mí cuando Marga estaba a mi lado. Me acerqué y vi su cuerpo rebotando contra las rocas mientras mi corazón se calmaba. Luego corrí para unirme al grupo. Cuando se dieron cuenta de que Marga faltaba ya casi era la hora de regresar. Como eran tan popular y tenía tantos amigos, los unos pensaban que iba más atrás o más adelante con los otros. Sólo yo sabía lo que había ocurrido realmente, pero no dije ni mu. La encontraron unas horas más tarde, muerta, por supuesto. Un fatal accidente. Nadie sospechó otra cosa. No voy a decir que en algún momento de mi vida no me arrepintiera, lo hice y muchas veces, pero también es verdad que a partir de aquel momento se terminaron mis problemas. Además en realidad yo no fui, fue el demonio que nacía dentro de mí cada vez que Marga estaba cerca.

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