AIRADO
El
viento soplaba con una intensidad poco habitual. La pequeña nave que
teníamos de almacén se zarandeaba y crujía amenazando convenirse
abajo. Salí a la calle para cortar el paso por la acera y evitar
cualquier accidente a algún peatón. Mientras ponía la señal de
prohibido, un yonki, bastante colocado, intento pasar. “Está
prohibido”, le grite. De pronto, una de las chapas de los
laterales se soltó. La sujete con todas mis fuerzas mientras el
tío me miraba con ojos burlones y sin hacer ademán de ayudarme. Al
final me venció el peso y la chapa cayó estrepitosamente sobre la
acera, haciéndome bastante daño en un pie. El yonki se empezó a
reír y me soltó el típico chascarrillo: “ Jefe, más vale maña
que fuerza” Tenía tal cabreo encima que descargue toda mi ira
sobre él. Le arremetí tal puñetazo gritando “toma fuerza”, que
le salté varios dientes. Al momento me sentí terriblemente
arrepentido, le ayudé a levantarse, metí la mano en el bolso y le
di 100 €. “Gracias, jefe”, me dijo con la boca sonriente y
ensangrentada y se fue dando tumbos en busca de su camello.
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