Muy bien de la cabeza no está cuando
vive con diez gatos en su propia casa, eso o pertenece a un circo y
los adiestra para que en Navidad maúllen al unisono “noche de
paz”, qué menuda contradicción, respecto al titulo del villancico
seria.
A parte de los gatos, tiene una manía
nueva, graba sus propios vídeos caseros y los cuelga en youtuve.
Nada de lo de las filmaciones parecería extraño si fuese una
adolescente con una buena carga egocéntrica, pero la edad del pavo
la ha dejado hace treinta años.
Yo la conocí un día por casualidad
mientras esperaba el autobús, ella pasaba por mi lado cámara en
mano y me dijo que si podía hacerme unas preguntas filmandome. En
principio me pareció extraño pero acepté aunque la cola para subir
al transporte comenzó a avanzar y sólo le pude decir un par de
cosas. Como el tema me pareció interesante le pasé mi numero de
móvil y quedamos en vernos pasadas tres horas cuando yo estuviese de
vuelta.
Así fue que me llamó transcurrido ese
tiempo y justamente cuando me apeé del vehículo y acabando de
llegar a la villa. Nos vimos en la plaza del ayuntamiento, me mandó
colocarme dando la espalda al edificio. Ella andaba en patines, como
si tuviese pocas cosas raras encima... iba de traveling de su propia
película. Fue haciéndome preguntas tipo: “¿Que opinas sobre que
la alcaldesa no haga caso a las peticiones de hacer una perrera
municipal, un hogar para animales abandonados?” A mí esa pregunta
me pareció muy acertada ya que siempre fui un amante de los perros y
lejos de pensar que era ridículo ver a una mujer de casi cuarenta
años, rodando en patines a mi alrededor mientras me graba, empecé a
admirarla y la invité a un café. Luego se le hizo tarde, debía de
echarles de comer a su decena de gatos, de los cuales me había
estado hablando. Cada uno tiene su nombre y sabe distinguirlos.
Fueron gatos que ha ido recogiendo de la calle y les ha ayudado a
sobrevivir.
Nos vimos muchas veces más, pero
siempre se iba pronto para atender a sus mininos.
Le hice saber mi mal estar por alejarse
tan pronto de mi; entonces ella me invitó a ir a su casa, después
de habernos metido una pizza entre pecho y espalda.
Conocí a sus diez mascotas maulladoras
que se apilaron al rededor nuestro. Eran de todos los colores y ella
los iba saludando por su nombre. De pronto yo comencé a moquear sin
saber si me había resfriado. Ella me dijo;, “eso se pasa sudando”
y me cogió de la mano, conduciéndome a su cuarto. Cerró la puerta
tras de sí, dejando afuera a los felinos y me dijo; “quítate la
ropa”. Me dejó tan noqueado ante tal expresión que no hice otra
cosa que obedecerle. “déjate los gallumbos” yo obediente todo el
tiempo, hasta que abrió una puertecita de cristal, como un armario y
dentro había un banquito donde me indicó sentarme. Una sauna,
chiquita, pero cumplía su labor. Una vez que estuve cociéndome en
su interior, me abrió la puerta y me señaló la cama diciéndome:
“túmbate ahí”. Obediente como cual sumiso, volví a hacerme
ilusiones, pero ni me tocó, si pensaba hacerlo, no lo sé, porque
apenas le dio tiempo. Sobre la cama vislumbre todo tipo de colores de
pelo gatuno, al tiempo que no dejé de estornudar..
Le dije que era muy amable pero debía
irme y la dejé allí con su cara de asombro.
Horas después me encontraba en la
consulta del medico con mis ojos hinchados y la nariz exageradamente
roja.
No era más que alergia a los gatos lo
que yo tenía. La llamé al móvil y le conté lo que me dijo el
médico. Ella decidió no volver a verme, “es lo mejor para ti y
para mis bichillos”
Un amor alérgico, eso es lo que tuve,
desde entonces odio a los gatos.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario