Solo con mi sombra - Rufino García Álvarez








La música inundaba la calle. Su voz era prodigiosa. Pedro Conde, “Solo con mi sombra”, ponía el CD que tenía a sus pies. Deposité unas monedas sobre la funda de su guitarra y me quedé escuchando. Era bueno, muy bueno. Definitivamente iba a comprarle el CD.



En el cajero del banco de al lado, dos personas discutían a gritos. Supe después por los periódicos, que se trataba de Alberto alias “el estafador” y Klaus alias “el instructor de vuelo”. Al parecer, Alberto le debía dinero a Klaus y este se lo recriminaba de malos modos. Tras comprobar que ninguna de las tarjetas tenía saldo, Klaus le metió a empujones en el portal contiguo gritándole: “más te vale tener algo de dinero en casa”. Las voces cesaron. Pedro y yo intercambiamos una mirada de extrañeza y siguió tocando. Me acerqué a felicitarle y a comprarle un CD. “Es el último que me queda”, me dijo. Avanzó su mano para dármelo, pero el cuerpo de Alberto, cayendo desde el tercer piso, pasó rozándonos y le arranco el CD de las manos, haciéndose, ambos, trizas contra el suelo.



Creo que tendrás que volver otro día por el disco”, me dijo Pedro manteniendo la compostura. “Ya, es una pena”, le dije yo mientras sacaba el teléfono para llamar a emergencias.


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