El tiempo no existe - Esperanza Tirado


                                            


 Relato de Gloria Losada

En la entrada de aquel hotel castellano, había un enorme tapiz que ocupaba casi toda la pared. Representaba a unas mujeres lavando ropa en un río y estaba firmado por un tal Rodrigo de Mendoza. En el mismo cuarto había un folleto en el que se explicaba el origen de aquella obra de arte. Al parecer había sido encontrada en el año 1946 en los sótanos del edificio que allí se encontraba antes de levantar el hotel. Probablemente alguien lo había escondido en aquel lugar procedente de algún saqueo durante la Guerra Civil. Su autor, el tal Rodrigo de Mendoza, había sido trabajador de la Real Fábrica de Tapices de los años 1840 al 1865. Interesante.
Curioseando entre los objetos de aquella sala di con un libro de firmas en el que cualquiera podíamos estampar la nuestra como testimonio de nuestra presencia. Me pareció una tontería, pero aún así, firmé. Y no pude dar crédito cuando vi que la firma anterior a la mía era de un tal Rodrigo de Mendoza. Es cierto que pudiera ser cualquier bromista, pero no sé por qué me daba la impresión de que la firma era auténtica, pues no se diferenciaba en nada, absolutamente en nada, de la estampada al pie del tapiz.
A partir de entonces, cada vez que entraba o salía del hotel, me fijaba en todo caballero con el que me cruzaba para ver si descubría algo, un aspecto extraño, un gesto delator... pero nada. Hasta el día en que me tocó regresar a mi casa. Aquel día el joven de recepción me miró divertido y me dijo:
­Recuerda que el tiempo no existe, es solo producto de nuestra imaginación.

Continuación del relato anterior, por Esperanza Tirado
Y atusándose el bigote me sonrió y me saludó con una reverencia. Yo prefiero olvidar el asunto, o en caso contrario acabaré en el psiquiatra.
Tal vez todo esto me venga por deformación profesional. Tanto entrar y salir por las Puertas del Tiempo me hace ver cosas raras hasta estando de fin de semana.
Quizá debería pedir unos días de asuntos propios para relajarme un poco y olvidarme de Puertas numeradas, de históricas fechas clave, del tal Rodrigo y del tapiz de marras.
O, pensándolo mejor, podría avisar al Ministerio para formar una patrulla, conmigo de jefa, -que para eso el descubrimiento es mío-, y dar una vuelta por el siglo XIX, por si acaso.
Después de tantos años trabajando en el Ministerio del Tiempo creo que nunca he visitado ese siglo; ninguna de las dos mitades, de hecho. No sé por qué pero siempre termino en algún momento de la Edad Media, y salgo llena de barro hasta los dientes. Y, claro, luego la lavadora se me atasca. No me da el sueldo para tanto arreglo. A ver si el próximo trienio me suben algo. Que entre la eliminación de las pagas extras y la subida del IVA a veces llego a fin de mes más que justita.
Pero no me puedo quejar. Que, después de todo, soy una funcionaria de clase especial.
Siendo del Grupo X tenemos acceso a primeras ediciones de grandes obras maestras de la literatura, podemos acceder a rodajes de películas históricas; y como extras bien camuflados disfrutamos del ambiente de rodajes casi imposibles y ya míticos. Y hasta tenemos el placer de degustar exquisiteces culinarias de todas las épocas. Qué rara me supo la patata cuando la cocinaron la primera vez. Si a los cerdos les gustaba también serviría para los humanos, pensaron algunos. Y vaya si sirvió.
Antes de marcharme del hotel, en una ausencia del bigotudo recepcionista, logré hacer una foto al tapiz. Una obra de arte de incalculable valor, por cierto. Una razón de peso para pedir ser destinada a alguna misión cerca de la Real Fábrica de Tapices de Madrid. En este caso me da igual el siglo. Pero si se pudiera, me pediría ir de 1775 en adelante, que fue cuando trabajó Francisco de Goya allí. Sería un lujo ver trabajar a todo un Maestro en vivo y en directo. A pesar de sus comentados y temidos cambios de humor.
También saqué una foto al folleto en el que se explica la historia de la obra. Leyéndola con calma todo conduce a pensar que el tapiz fue trasladado de puerta en puerta hasta su ubicación actual. Por si acaso consultaré el Archivo de Documentación del Ministerio antes de avisar a las altas esferas.
Quizá la vista me engañe, pero me ha parecido ver entre esas mujeres que lavan a Lola Mendieta. Ese corte de pelo suyo y ese perfil altivo son inconfundibles ¿Será ella? ¿O una antepasada suya? ¿Estaría de misión antes de traicionar al Ministerio? ¿Habría conocido a Rodrigo de Mendoza? Quizá ambos trabajaran para el Ministerio... ¿O serían amantes, y ella sería su musa, como ocurrió con Goya y la Duquesa de Alba?
Cuando pase la foto al ordenador los detalles se verán más claros. Pero ya me veo haciendo las maletas y metiendo pelucas y miriñaques con destino al siglo XVIII. O al XIX, que ya puestos a viajar...
Solemos pensar que el tiempo no existe, y que en nuestra imaginación cualquier tiempo pasado siempre fue mejor.
Pero como bien dicen los que de verdad saben de esto: el Tiempo es el que es.






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