John
se quedó mirándolos con una mezcla de pena y de ternura. Olegario,
a lomos de una escoba, gritaba que era el mismísimo Genghis Khan, el
gran jinete mongol que había conquistado medio mundo. María, en su
silla de ruedas, con la mirada perdida, cantaba con voz de niña: “el
patio de mi casa es particular…” Una pena, una verdadera pena,
pensaba.
Una
enfermera se acercó a Olegario con un vasito con pastillas
diciéndole “Señor Khan, cabalgue hasta aquí para tomar su
medicación”. Juan aprovechó y le preguntó: “¿Falta mucho para
que llegue mi escolta? Tengo que volar a Dallas y temo por mi
seguridad” La enfermera, con voz cariñosa, le dijo: “Lo siento
señor Kennedy, el Air Force One aún no está preparado”. John se
alejó murmurando, “Como pierda las elecciones presidenciales, los
despido a todos”.
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