La semana a bordo del yate estaba
resultando espléndida. Aquello era lo más parecido al Paraíso:
nadar en alta mar, tostarse sobre cubierta, cenar a la luz de la luna
y retozar de día y de noche, sin preocuparse de miradas indiscretas.
Sin embargo, de repente, se levantó un viento rebelde empeñado en
juguetear con el mástil. Adán
miraba la predicción del tiempo cuando apareció Eva, sin más
vestido que un escueto delantal, llevando entre sus manos una
tortilla que parecía una actriz de cine bajo luces fluorescentes.
Prepararon la mesa en cubierta, dejando el yate al pairo. La
tortilla estaba deliciosa y cuando la acabaron, junto a una botella
de buen vino, Adán
dijo que iba a mirar el tiempo, que aquel viento no le gustaba nada.
“El yate de papá es de lo más seguro del mundo” dijo ella. “No
te preocupes, no sucederá nada”. Adán,
convencido, pues Eva ya se había quitado el delantal, se dejó
arrastrar al suelo de cubierta. Y de pronto, cuando el universo con
todas sus constelaciones parecían girar a su alrededor, un golpe de
mar los expulsó del Paraíso.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario