A veces
releer un diario puede ayudar a ver cuantos obstáculos se han
saltado y cuán lejos ha quedado el dolor. En eso estaba, en releer
las cosas del pasado, sin ánimo de quitarles el polvo, sólo ver que
todo estaba superado y comencé a leer lo escrito en julio de 2010.
“Estoy
tan mareada de seguir dentro de mi círculo de sentimientos….
Cuando
un amor se acaba hay sitio para que uno nuevo florezca, nunca se sabe
si lo nuevo será mejor si no te arriesgas, si no te lanzas a la
piscina. Pero con la mochila llena de ilusiones y errores, voy
girando en mi rotonda sentimental. Porque todo se repite aunque no
sea con la misma persona.
Es
cierto, me cuesta cerrar puertas y no aprendo. Siempre que las cierro
me pillo los dedos.
Nunca
supe amar como han querido que ame. Siempre he tenido inseguridad y
mis miedos aparecen, de esta forma es fácil perder a la persona que
quieres, a veces la pierdes por mirar el pasado, ese pasado que tanto
dolor ha causado y se resiste a irse. Pero ésta vez sí, ya está
todo claro, puerta cerrada y mirada al frente.
Ahora
sólo falta saber si hay de nuevo amor, si ese germen está
creciendo. Sólo falta que no se cierre la puerta sin antes escuchar
lo que tengo que decir. Me equivoqué. Lo siento, el círculo me
había mareado, deseé salir de él. Creí encontrar una mano amiga
que me ayudase a huir, pero no tiene paciencia.
No ha
pasado tanto tiempo como para olvidar, pero sí el suficiente como
para saber lo que quiero y quiero mi presente. Sola o acompañada por
una nueva historia, pero lejos de mi pasado que tantas veces me ha
hecho llorar, que tantas veces me ha creado ansiedad. Esta vez ya
miro al frente aunque fuera esté lloviendo y mire tras el cristal de
una realidad algo surrealista.”
Todos
estos pensamientos inundaban un corazón ajado que intentaba
recomponerse tras aquella mala racha de desamor que gracias al cielo
se puede vislumbrar muy lejano. Lo tenía plasmado en mi viejo
diario. Hoy haciendo limpieza he decidido tirarlo. De nada sirve
tenerlo para caer en la tentación de releer cosas dolorosas que
aunque superadas, siempre te queda una cicatriz que te resquema.
Describir un dolor del alma a veces puede quedar demasiado dramático
cuando el tiempo atmosférico ayuda a que la tristeza sea más triste
si cabe, pues aquel verano fue un verano especialmente lluvioso.
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