En
las tardes de domingo Sara salía a jugar con Berto, los dos juntos
no sumaban más de doce años, así que de vez en cuando unos ojos
adultos los observaban. A Sara le gustaba jugar a las muñecas, pero
si quería tener compañero de juegos no tenía más remedio que
dejarse manipular por Berto que era un mandón. Unas veces agarraban
caracoles, para hacer carreras, Berto las retransmitía. “El jinete
número dos va quedando atrás, señores y señoras, ¡Gana el número
uno!” y lo festejaba con saltos, carreras, mientras Sara se ponía
roja de ira por las trampas que hacía su amiguito. “No jugo más
contigo!” gritó Sara muy enfadada. “Pues te vas de mi patio”
le espetó Berto. No era la primera vez que discutían, al final
siempre Berto la volvía a llamar para que saliese a jugar con él, y
ella iba encantada.
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