--¡Ay, qué frío tengo, cari!
--¿Frío? ¡Ven aquí, que te lo
quito yo en un momento con
un buen orgasmo!
--¿Orgasmo? ¿Qué es eso?
--Pero, nena, me dejas helado
¿a qué viene esa pregunta?
--Pues ya ves, que de calorcillo
nada de nada, que más bien ni
frío ni calor..bueno, ya me
entiendes..
--¿Eh?....espera, espera...¿qué
quieres decir con eso?
--Pues que no sé lo que es un
orgasmo, cari. ¡Hala! Ya te lo he dicho.
--Más que helado
me dejas congelado. ¿Quieres
decir que cuando estamos juntos, nada de nada?
--Hombre, tanto como nada de
nada... algo si que siento.
--¿Y qué sientes? A ver, dímelo,
dime que sientes—preguntó él, dolido en lo más íntimo de su
ser, alzando la voz.
--Pues, bien, me siento bien.
--¿Y....?
--Y nada. Que me gusta y eso.
--¿Pero te gusta mucho o poco?
--preguntó él, ya
visiblemente alterado.
--Mucho, so tonto ¡Ven aquí! que
solo quería que sintieras el frío que yo siento con esa manía tuya
de no gastar en calefacción.
Quince minutos más tarde
--No sé qué me pasa. No sé
–decía él cabizbajo, como si el mundo acabara de hundirse bajo
sus pies.
--Se llama gatillazo, cari. Eso es
lo que te pasa. Pero no te preocupes, que es normal. Lo que no es
normal es que estés tiritando, que no es para tanto.
--¿Cómo qué no es para tanto?
Esto nunca me había pasado. Pero claro, con el jarro de agua fría
que me echaste,
quedé hasta sin sangre. Voy a poner la calefacción.
Media hora más tarde
--Ahora, sí ¿eh nena?, ahora sí
¿qué te ha parecido?
--Que tenemos que poner la
calefacción todos los días.
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