Un tesoro en el desván - Pilar Murillo

                                    


Era la hora mágica cuando la muñeca Mari abrió los ojos, se desperezó, miró a su alrededor y no entendía nada. ¿Qué hacía en un lugar tan sombrío, con la única iluminación del reflejo de la luna que entraba por la ventanita? Su último recuerdo era el de estar sentada en una repisa junto a otros juguetes, ¿Y ahora? ¿Estaba sola? Comenzó a llorar desconsoladamente. De pronto escuchó una vocecilla que le preguntaba:

_ ¿Por qué lloras?

_ ¿Quien eres?, -Le dijo Mari suspirando-

_ Soy Play móvil.

_¿También te han abandonado a ti?

_ Es ley de vida, querida.

_ ¿Quién osa a despertarme a estas horas? – Gritó un pirata mal encarado que salía del interior de un libro caído en el suelo

_ ¿Quién es? ¿Otro juguete? Preguntó la muñeca.

Play móvil le explicó que aquel personaje era Silver, un pirata salido del libro “La Isla del tesoro”, algo cascarrabias y mal humorado, pero para ser sinceros todo eso era fachada. Este pirata tenía más bien poco del que todos conocen por el cuento. Algo pícaro sí que era aunque en el fondo era un bonachón.

_No oses confundirme con algo tan vulgar como vosotros, vulgares juguetes. Yo tengo mucha más cultura. (dijo el pirata y luego echó un trago de una jarra y se puso a cantar una canción de piratas )” ron, ron, la botella de ron.” ( y terminó riéndose)

_El alcohol no es bueno. Tendrás perdidas de memoria. Le dijo la muñeca con tono resabiado.

_ Esto... ¿Qué estaba diciendo yo?, Ah, sí, estaba buscando una receta decocina. (Refunfuñó el pirata)

_No, Silver, cantabas una canción de piratas. (Le dijo Play móvil)

_Es cierto. Soy un pirata y odio… odio a Peter Pan... Después de una pequeña pausa y una mirada de desaprobación de Play se da cuenta de que no es el capitán Garfio.
Y comenzó a pensar en quien podría ser, de dónde procedía y dónde vivía. Estaba claro que no habitaba bajo un puente porque sus ropas estaban secas y limpias. Bueno no olía a rosas, pero estaba pasable. Olía a sardinas así que era evidente que vivía en un puerto marinero.

La muñeca se interesó muchísimo por aquel pirata que se presentó refunfuñón y ahora estaba como perdido. Play la tranquilizó explicándole que no se preocupase tanto, que Silver tenía de vez en cuando pérdidas de memoria o era lento en sus pensamientos, pero que enseguida se recuperaba y procesaba perfectamente su memoria y entonces daba mucho miedo.

Los tres deliberaron sobre su situación. Para pasar el rato decidieron contarse cuentos. Silver que comenzaba a recobrar la memoria o más bien la imaginación quiso comenzar él:

_Esto empieza en una noche de tormenta. El mar estaba embravecido. Habíamos abordado un barco inglés cargado de monedas de oro; bueno, resultaron ser de chocolate, pero estaban muy buenas. A mí me encanta el chocolate. Está tan rico...”

_ Y a mí. Dijo la muñeca Mary

_ ¡Toma, y a mí! Palmeó muy contento Play

Silver con una leve cara de enfado por la interrupción les gritó:
_ ¡Prosigo!... A los soldados ingleses los lanzamos al mar. Nadaban más rápidos...

_ ¿Cómo de rápidos? Preguntó Play

_ Como un banco de delfines buscando sardinas. Contestó el pirata. Prosigo. Llegada la noche, algo chocó contra nuestra embarcación. Era una ballena, una gran ballena blanca....
_ ¿ Moby Dick? (preguntó Play) Vamos Silver!, ¿quién se va a creer eso? Estás mezclando los cuentos...

_ Pueden ustedes llamarme Ismael ( dice Silver y continua narrando) La ballena blanca nos hundió la goleta, o sea, el barco. Yo nadaba de espaldas y de pronto una boca muy grande y llena de dientes estaba ante mí. La boca de la ballena me tragó y pasé a su estomago; allí estaban todos los ingleses, que también se los había zampado. Ellos al verme intentaron reducirme.

_¿De tamaño? (Le dice la muñeca Mari muy risueña)

_No. Intentaban cogerme, aprisionarme, pero los convencí para que no me mataran; total ,ya estábamos perdidos... De no hallar pronto una solución, la ballena haría su digestión y todos desapareceríamos. Me hicieron caso, alguien tenía unos fósforos, o sea ,cerillas para hacer una fogata.

_¡Qué romántico! Solo falta que alguien toque el violín. Dice Mary con un gesto de manos entrelazadas .Play hace el amago de tocar el violín pero Silver lo mira con ojos de desaprobación y continuó relatando...

_ Hicimos el fuego y a la ballena le entraron ganas de...

_ De hacer pipí. (Se apresuró Mary)

_ No. De...

_¿De hacer popó? Interrumpió Play

_ No, de estornudar. Fuimos todos proyectados por su orificio de respiración y

caímos en una isla. La isla del tesoro. Concluyó el Pirata Silver.

_ ¿Ya está? Preguntó con cara de decepción Mary

y le responde muy contento Silver.:

_ Sí. ¿A que molan las historias de piratas?

_ Es la historia de piratas más mal contada que jamás he oído.

_Puedo ser aun más malo. Replicó Silver malhumorado. Comenzó a relatarles una pequeña historia de rencor.

_Erase una vez unos muñecos tan aburridos que sus dueños se olvidaron de que existían y los trasladaron al desván donde se aburrirían día tras día, donde nadie los volvería a ver jamás..
A lo que le contesta Play....

_Erase una vez un cuento de aventuras muy bien escrito pero que nadie leía. Y que por ello el Pirata Silver se olvidaba de quien era, ni siquiera buscaba un tesoro que todos los piratas lo hacen.

Mary, más conciliadora dijo.

_ Bueno yo creo que nosotros en sí ya somos un tesoro y en este tiempo que llevo aquí he aprendido que somos muy valiosos.
Ellos la escucharon con admiración cuando contó su maravillosa idea. Irían a la casa de los niños vecinos para que los conociesen y así seguir existiendo. Silver podía portar su propio libro de la Isla del tesoro, donde sus aventuras serian mejor contadas al aparecer descritos aquellos piratas que realmente daban miedo. Se escaparían todas las noches de cada casa para estar al día siguiente en otra nueva. Era toda una aventura de verdad.

_ Vamos, busquemos a niños que quieran leer. Ilusionado dijo Play

_ Y que quieran jugar a piratas... y a tomar el té. Vamos, grumete hay que arriar las velas. Gritó Silver, mientras cogía su libro de bolsillo entre sus manos. Los tres se despidieron del desván con la mirada. La muñeca suspiró y los tres se deslizaron por la claraboya en busca de aventuras.






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