“Querida mía:
Llevo una semana aquí y la verdad...
uno no se llega a acostumbrar a tanta calamidad y tanta muerte
sembrada por el camino.
Mis compañeros y yo cada mañana antes
de salir a patrullar no nos damos los buenos días como tal, si no
como despedida, por lo que pudiera pasar. Es duro, y más para
nuestras familias que estáis tan lejos y tendréis el corazón
encogido.
La suerte está echada y yo ya tengo en
mis manos mi próximo destino escrito en una nota. Vuelvo a casa
dentro de un mes. Pero mientras tanto seguir aquí desafiando a las
balas de los enemigos es mi fin. Hace dos días he visto morir a un
compañero a manos de un franco tirador. Le voló la cabeza desde
atrás. Aquí es primordial no quitarse el casco para nada, y aún
así, nos matan.
En las noches salgo a mirar las
estrellas pero a veces lo que mejor se ve son los brillos de las
bombas.
No entiendo las guerras, no entiendo
qué hago aquí. Yo soy un soldado de la paz.”
Esta es la nota que le encontramos en
uno de los bolsillos al Soldado Hernan. Como de costumbre siempre que
cae algún compañero le buscamos todas sus cosas personales y las
metemos en una caja.
Mañana él en un ataúd metálico
junto a sus cosas personales... regresa a casa, antes del mes, antes
de concluir la misión. Pero aquí quedamos los demás del mismo
batallón, vigilando por nuestras vidas. Esperando no correr la misma
suerte.
Bueno, Aaron, mañana continuaré y le
dedicaré unas palabras a nuestra madre. Recuerda que si te escribo a
ti es para que omitas todos los detalles que la preocuparían.
Hermano, cuando regrese a nuestro país buscaré trabajo aunque sea
de limpiabotas. En cuanto vas de uniforme tienen una bala reservada
para ti, aunque tu casco sea de color azul. Realmente en este lugar
las balas no respetan ni a los niños.. Mañana continuo.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario