Sueños de princesas, Esperanza Tirado




Las luces de la ciudad de Agra se van apagando. Desde lejos se ven diminutas, como formando figuras que, de un momento a otro, fueran a echarse a volar hacia el cielo, donde las estrellas las esperan.



Yalitza no ha podido dormir. Sabe que le espera un día duro, como a todos sus vecinos. Pero algo la ha despertado y siente que la llaman.

Sale de su choza, intentando no hacer ruido para no despertar a sus hermanas pequeñas.

Su padre, Mahesh, también duerme. Ha tenido un día duro. Trabajar bajo el sol, sin protección, y sin más que beber que unos pocos tés endulzados, agota a cualquiera.

Pero nunca se queja. Después de todo, con su trabajo de jardinero es un privilegiado. Uno de los pocos del suburbio al que se le permite acercarse al Gran Templo. Al Taj Mahal, la gran joya gracias a la cual muchos en Agra subsisten.



El sol aún no ha salido del todo. Pero ya hace calor. Y la humedad del río aumenta la sensación pegajosa.

Yalitza mira al frente, más allá del enorme basurero que parece la frontera que separa a los desheredados del resto del mundo.

Ahí está. Casi diminuto, tan cerca. Tan blanco. Tan majestuoso. Aunque jamás podrá pisarlo. Se conforma con mirarlo desde lejos al amanecer; es casi como una cita donde ambos se dan los buenos días.



Conoce las leyendas. Su padre las cuenta casi a diario.

Un gran emperador lo mandó construir para su esposa favorita a la que adoraba y que, como su madre, murió en un parto difícil.



Pero a su madre no le construyeron nada. Ni siquiera tiene una tumba. Su cuerpo, junto con el de su hermano, nacido muerto, fue envuelto en una sábana limpia y quemado en un templo construido con maderas viejas. Y sus cenizas esparcidas por el río.

Yalitza, sin embargo, siente que en el edificio reposan las almas de su madre y de su hermano. Y tal vez las de muchos que jamás lo pisaron. De ahí la blancura inmaculada del exterior.



Yalitza cuenta la leyenda a sus hermanas pequeñas, cambiando nombres, incluyendo los suyos, inventando nuevas historias y enlazándolas con la leyenda oficial. Que, a veces, parece más un cuento de hadas para turistas occidentales; que solo se fijan en la silueta al amanecer y no valoran la historia y el sufrimiento de los que trabajaron en su construcción.



Suspira y vuelve adentro para empezar la jornada. Los olores del basurero se mezclan con los de las especias que empiezan a calentarse. El suburbio despierta.



Todo se pone en movimiento. Hoy es festivo y no hay escuela. Yalitza ya es mayor, y ha de ocuparse de la casa. Sus hermanas aún van. Aunque no les servirá para mucho. Ni como dote ni para encontrar un trabajo. A su casta, una de las más bajas de la India, no le están permitidos muchos trabajos.

No hay escuela porque reciben una visita muy importante. Corre el rumor de que una Princesa, como las de antes, pero que viene de Occidente, va a visitarles.

Según las fotos del periódico que su padre trajo días atrás es una mujer preciosa: alta, delgada, rubia y de ojos azules.

Pero no parece una mujer feliz. En su mirada azul no hay alegría. Y en sus gestos, Yalitza y sus hermanas la comparan con un pajarillo asustado.

Se llama Diana y viene de Inglaterra. Un lugar lejano, que muchos ponen en el mapa, porque un día la India e Inglaterra estuvieron unidas. Pero esa historia es triste. Y su padre no suele contarla tan a menudo.



No podrán verla en persona, así que se conforman con la foto de los periódicos.

Algunos dicen que viene para hacer turismo. Para enseñar las maravillas de la India a su país, que ahora les ha olvidado.

Otros, muy pocos, creen que la visita es para pedir perdón en nombre de Inglaterra por los ultrajes cometidos en el pasado.

El rumor más extendido es que viene para escoger a cinco niñas, las más bonitas de Agra, para llevarlas con ella a Inglaterra. Allí recibirán una educación y una formación de alto nivel. Incluso dicen que podrían estudiar en Oxford, un sitio prestigioso y elegante donde han estudiado grandes personalidades. Y que cuando sean mayores se casarán con grandes hombres y se convertirán en princesas como ella.



A Yalitza le gustaría creerlo. Que ella y sus hermanas serán escogidas y saldrán del basurero y cruzarán al otro lado del mundo para estudiar, aprender muchas cosas, tener un buen trabajo y ganar mucho dinero. Para así poder ayudar a otras niñas como ellas a tener un futuro fuera de la pobreza que les rodea.



Pero muy dentro de su corazón siente que nada de eso es verdad. Que todo son cuentos que pasan de boca en boca para atraer a los occidentales. Y que ni ella, ni sus hermanas, ni las otras niñas, pobres como ellas, tendrán nunca una oportunidad similar.



Si ni siquiera pueden entrar en el Gran Templo a visitar la tumba de la Princesa ¿Cómo van a poder viajar tan lejos?





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