Cuando
él llegó a casa Ella le tenía hecha la maleta y se la había
dejado al lado de la puerta.
Él
ni siquiera la miró, sólo observó de soslayo a la valija que
reconocía perfectamente. A pesar de que todo apuntaba a que ni
siquiera debía traspasar el umbral, él recorrió los escasos metros
hasta la que había sido su habitación y miró de nuevo el armario
donde en la parte que él había estado utilizando, no quedaba nada.
Luego se acercó a la mesilla de noche del lado donde él dormía y
abrió los cajones. En el cajón de abajo aún había un paquete de
preservativos, probablemente caducados y bajo ellos unos cuantos
cinturones que ella le había regalado en las últimas navidades.
Nunca los estrenó porque le parecieron cursis y feos. “Cinturones
para complementar con los pantalones del verano” Le había dicho
ella en aquél momento del regalo. Eran de varios colores, rosas,
azules, verdes, un arco iris, o bien le estaba insinuando que era gay
o más bien un payaso, y ni uno, ni otro, sin menospreciar a ningún
sector social o profesional artístico.
Estaba
muy claro. Los años entumecen una relación cuando no se le da
vidilla. Y la suya concretamente más que entumecida estaba
congelada. Hacía años que cada uno salía por su lado con sus
respectivos amigos. Cuando ésto pasa es que un corazón vuelve a
tener la puerta abierta para que entre un nuevo amor y como cabe de
esperar, sucedió así. Sorprendentemente ella parecía estar
bastante serena aunque le diese el mismo trato que se le puede dar a
un desconocido. Para ella era suficiente el amor hacia sus dos hijos.
Se había llenado así, estando atenta de cada necesidad de los
chavales, aunque con el tiempo los hijos vuelan. Él en cambio lo
vivió de diferente forma. Inmerso en sus negocios. Sus salidas
fueron cada vez más frecuentes a causa de su trabajo; y de repente
el amor nació de nuevo a través de un viaje a Japón.
Asistió
a una de tantas cenas de negocios. Sintió el amor a primera vista.
Durante
la cena estaba actuando para ellos una joven de treinta y cinco
años, una última generación de las tradicionales Geishas. El habló
con su socio japones, el que tenía más próximo y le preguntó que
si podría invitarla a la mesa, durante el té a tan bella dama. Su
socio le informó que no estaba mal visto y que por el contrario,
lejos de la imagen que podrían tener de ella. Aquella mujer estaba
educada desde niña para entretener. Era muy culta
Así
pues la joven oriental en cosa de minutos estaba acompañándolo y él
quedó maravillado. En los sucesivos viajes a Japón, él se dio
cuenta de que sentía amor por la Geisha y ella a pesar de los quince
años que los separaba también sentía amor por aquél hombre.
El
volvió al momento del cajón de mesilla y cinturones, cerrando el
mueble y alejándose de la habitación. Cogió su maleta ya en la
puerta y no miró para atrás. Ya en la calle le esperaba un taxi que
le llevaría al aeropuerto y una vez allí embarcaría en un avión
rumbo a Japón, porque cuando una puerta se cierra se abre una
ventana.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario