Flores para Carla - Cristina Muñiz Martín

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Ya está, mi amor, ya está, ya pasó todo, tranquila, tranquila, tómate estas pastillas... sí, sí, tienes que tomarlas, las necesitas...duerme, duerme y descansa, yo me ocuparé de todo, como siempre, tú solo descansa un rato.
Las palabras y las caricias de Enrique fueron un bálsamo para Carmen. Él se ocupó de todo. Él lo decidió todo. Y por fin, pudieron comenzar el duelo. Un trayecto tortuoso e irregular que realizaron los dos juntos, con tramos suaves y llevaderos unas veces, duros y agotadores otras, ayudándose uno al otro para no decaer, para continuar caminando. Debían hacerlo por Mateo. Era su obligación.
El estado de shock, la negación, el seguir sintiendo la llave en la puerta a la hora de volver del instituto, la apatía, el insomnio, la bola de fuego en la garganta...todo ello se fue aliviando poco a poco, con una lentitud pasmosa, mientras Carmen dejando atrás su postración de un año entero --el año que tardó en aparecer el cuerpo de su hija-- volvía a ser la madre del pequeño Mateo que, a sus cinco años, apenas era capaz de comprender la tragedia.
Seis años después de todo aquello murió Enrique en un accidente de tráfico y dos años más tarde, cuando ya habían transcurrido nueve desde la muerte de su hija, Carmen recibió una llamada. Los restos habían aparecido en un paraje aislado, gracias al perro de un pastor.
Carmen no entendía nada. Las cenizas de su hija reposaban en una tumba del cementerio del pueblo, junto a su padre y abuelos. Un mes después de su desaparición, las investigaciones policiales dieron fruto, deteniendo al asesino, que confesó su crimen, aunque se negó a decir dónde había depositado el cuerpo. Y tras un año de pesadilla, Enrique le había dicho que Carla había aparecido, que al fin la habían encontrado. Después, el mundo se movió como dentro de una nube densa y negra. La urna que le entregó su marido. La procesión al cementerio. La lápida con el nombre ante el que iba a llorar todos los días al principio, ahora todos los sábados, con un ramo de flores entre las manos. Flores para Carla.
Y todo había sido mentira. Su niña no estaba allí. Durante todo ese tiempo continuó desaparecida, sola, perdida... ¿Por qué le había mentido Enrique a ella y a toda la familia? No lo entendía.
La respuesta llegó en un sobre. Un sobre entregado por el notario del pueblo.






Amor mío:

Si estás leyendo esta carta es que yo ya he muerto y el cuerpo de Carla ha aparecido. Sé que sentirás dentro de ti un cúmulo de sentimientos encontrados. Me odiarás, sin duda. Me matarías si pudieras. Pero antes de que el amor que me tuviste toda la vida se convierta en odio, déjame decirte por qué lo hice. Espero que mis palabras lleguen al fondo de tu corazón y puedas perdonarme.
Carmen, cuando desapareció Carla y tras un mes de angustia supimos de su muerte, creí que el mundo desaparecía bajo mis pies. Pero no me dio tiempo a derrumbarme, porque tú ya lo habías hecho. Un año entero pasaste perdida en las tinieblas, sin apenas levantarte de la cama, casi sin comer, sin dormir más que a base de pastillas. El médico, al principio, dijo que era normal, pero que esa situación no dudaría mucho tiempo porque Mateo, tu otro hijo, te reclamaría. Pero no fue así, y nuestro pequeño languidecía sin entender nada. Sabía de la muerte de su hermana, pero a los cinco años esas cosas no se entienden del todo bien. Lo único que entendía era que ya no tenía madre, que la persona que yacía en la cama como una sombra no se parecía en nada a la madre que el recordaba y necesitaba. El tiempo pasaba y tú lejos de mejorar parecías empeorar. Ante tu negativa a levantarte, fue a casa un psiquiatra, no se si te acuerdas, y su pronóstico fue muy severo: si no aparecía pronto el cuerpo de Carla tu no tardarías en ir a hacerle compañía. Quizás eso era lo que querías. Yo lo entendía, porque yo también quería meterme bajo la oscuridad de las sábanas y no despertar jamás. Pero teníamos un hijo, Carmen. Un hijo que merecía tener una infancia y una madre. Los tratamientos, pese a probar varios, no daban ningún resultado y yo ya no podía aguantar más. Yo también había perdido a una hija, pero apenas tuve tiempo de llorarla, tenía que cuidarte a ti y a Mateo. Llegó un momento que creí que debía hacer algo más o la muerte de Carla sería la muerte de toda la familia. Hablé con Faustino, mi primo, el jefe de policía, y él me aconsejó. No quiero contarte qué tuve que hacer ni cómo conseguí los certificados falsos que me permitieron llenar de cenizas una bonita urna y hacer creer a todo el mundo que allí dentro estaba mi niña. No quiero contarte el dolor que sentí al tener que mentirte de esa manera. Sentir tus sollozos cuando creías estar dando el último adiós a tu pequeña, con tu cara escondida entre mis brazos. Solo sé que cuando creíste que estaba allí dentro, en compañía de los suyos, no tardaste en empezar a mejorar. El hecho de ir al cementerio todos los días te obligaba a salir de la cama, a ducharte, arreglarte. Comenzaste el duelo mientras yo seguía preguntándome dónde estaría mi princesa. Comenzaste tu duelo y abriste los ojos y viste frente a ti a Mateo, tu hijo de cinco años, reclamando a su madre. Comenzaste a darle los besos y los abrazos que le negaste durante un largo año. Y, entre los dos, conseguimos darle un hogar que, si bien nunca volvió a ser tan alegre como al principio, fue un hogar adecuado para un niño. Y en nuestra casa resurgieron los juegos, las risas y la esperanza.
Carmen, si acabas de leer estas líneas es que estoy muerto y Carla ha aparecido. Deposité esta carta en el notario por si eso sucedía algún día. Llévala conmigo, Carmen. Llévala junto al padre que no vivió lo suficiente para encontrarla. En la otra urna están las cenizas de una hoguera que hice con varias de sus cosas; quería que de alguna manera, allí dentro hubiera algo de ella.
Perdóname, Carmen. Perdóname si puedes, aunque tengo que decirte que no me arrepiento de nada, que volvería a hacerlo una y mil veces por Mateo. Entre los dos, pese a todo, le hemos regalado una infancia feliz.
Te quiero y te seguiré queriendo siempre.

Enrique




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