Los gatos "Ramón" - Ángeles Fidalgo


                                            

-Cariño, Sergio continua cabizbajo, dijimos que si seguía así haríamos algo.
-Si… Nunca imaginé que el cambio a la nueva casa le afectaría tanto.
-Ahora solo ve a sus amigos en el colegio. Lo veo cada vez más callado. Necesita a alguien con quien jugar.
-¿Sabes que podríamos hacer? Dentro de dos semanas es su cumpleaños, haremos una gran fiesta y traeremos a todos sus amigos.
-¿Y luego qué? Volverá a quedarse solo.
-¿Y si no se quedara solo?
-¿Qué quieres decir?
-¿Y si le regalamos una mascota?
-No sé. Una mascota requiere muchas responsabilidades. No sé si estará preparado.
-¡Un gatito! Sí, eso es. Los gatos se cuidan solos, para hacer sus necesidades tiene toda la parcela y con mantener su cuenco de agua y pienso llenos será suficiente. Y una visita al año al veterinario le mantendrá sano.
- Déjame pensarlo ¿sí?
La casa recibió al mes de abril llena de niños gritando rodeados de globos. Un payaso les hacía reír escandalosamente, refrescos, zumos, chuches y una gran tarta, Sergio sopló sus cinco velas y todos los niños le llovieron con regalos.
Cuando la fiesta terminó, sentados en el sillón entre lo que parecía los restos de una batalla campal, Sergio y sus padres, disfrutaban contándose las anécdotas del día.
Y entonces le dijeron:
-Falta un regalo.
El zumo de la pajita de la que estaba bebiendo retrocedió rápidamente su camino hacia el vaso cuando Sergio apartó sus labios para preguntarles:
-¿De verdad? ¿Qué es? ¿Por qué no me lo habéis dado antes?
-Porque se podría asustar- Dijo su padre sonriendo mientras se levantaba. Subió las escaleras hacia la segunda planta dejando al niño haciendo un montón de preguntas sobre su regalo a su madre sin poder estarse quieto. Ella le sonreía y mientras le acariciaba una mejilla le dijo:
-Ahora lo verás.
Su padre apareció con una cestita de mimbre y el niño no entendió hasta que la tuvo sobre sus piernas y entonces lo vio.
Vio a un pequeño gatito negro de ojos marrones que le miraba curioso.
Agarrando la cesta con sus dos manos, agitando las piernas, lloraba y reía al mismo tiempo.
Tras calmarse, sus padres le fueron explicando como manejarlo con cuidado. Él abrazaba y besaba al pequeño gatito mientras le decía:
-Te quiero mucho.
-¿Qué nombre le pondrás?
-Ramón- Contestó Sergio con certeza.
Ramón viajaba en la parte trasera de su tráiler de juguete, o sobre su camión de bomberos, eran astronautas o cazadores, jugaban a las chapas, al escondite, a atrapar pelotas, se perseguían… Se convirtió en su mejor compañero de juegos. Su padre le construyó al gato una camita exactamente igual que la de Sergio y la acomodaron en su habitación.
Febrero llegó con días fríos y soleados. Ramón comenzó a estar inquieto por las noches y en ocasiones golpeaba con su patita la cara de Sergio para despertarlo y que le abriera la ventana.
-No, Ramón que hace mucho frio.
Ramón sentía en lo más profundo de su ser la llamada de la naturaleza. Noche tras noche la escena se repetía hasta que en una de ellas, Sergio cansado porque no le dejaba pegar ojo, abrió la ventana y Ramón salió.
Al despertar a la mañana siguiente, por primera vez en estos diez meses, el gato no estaba a su lado a la hora del desayuno. Durante todo el camino hacia el colegio, Sergio que no paraba nunca de hablar, ni siquiera dijo una palabra. Bajó del coche sin darle un beso ni decirle adiós a su padre. Lo mismo que en el camino de regreso.
Al llegar a casa subió las escaleras corriendo para ver a su amigo, pero no estaba, llamó a Ramón y lo buscó por todos los rincones, al no aparecer comenzó a llorar sentado sobre su cama. La noche fue peor. Su madre despertó de madrugada cuando escucho que el niño llamaba a su gato desde la ventana. Despertó a su marido, juntos fueron a la habitación del niño y vieron como lloraba llamando a su querido compañero con la ventana abierta helando la habitación y sus corazones por la imagen desconsolada de su hijo.
La única forma de tranquilizarlo fue durmiendo los tres juntos en la misma cama. El niño tuvo pesadillas y tras dejarlo en el colegio sus padres hablaban de como solucionarlo.
-Creo que el gato no va a volver- Dijo su madre-Están todas las gatas de los alrededores en celo y he visto una vez en un programa de televisión que en estos casos un gato puede alejarse cientos de kilómetros de su casa.
-Volveré a salir en su busca, preguntaré por la zona. Sergio no puede seguir así.
Tras un beso de despedida, su padre salió de casa en busca de Ramón mientras su mujer llamaba por teléfono a perreras, y clínicas veterinarias de los alrededores.
Cuatro horas después Antonio se presentó con un transportín y un gato negro dentro.
-¡Lo has encontrado!
-Bueno, no exactamente- Dijo mientras abría la puerta del transportín. El gato saltó bufando a toda velocidad, corrió por encima de la mesa de la cocina y de los muebles tirando todo a su paso para terminar metiéndose entre el pequeño hueco que había entre el frigorífico y la pared.
-¡Ese no es Ramón! Ni siquiera se le parece- Dijo Ana-Tiene la cabeza mucho más pequeña, una oreja rota, los ojos son verdes y juraría que cojea- Le dio un ataque de risa mientras se preguntaba si sería una buena idea.
-Si…ya…bueno…Me lo dio una mujer que tiene muchos gatos cuando le conté el caso.
Sergio subió al coche de nuevo sin decir palabra.
-¿Qué tal ha ido el día hijo?
-Bien- dijo cerrando de un golpe la puerta con el ceño fruncido.
-Hay una sorpresa cuando llegues a casa.
El niño apartó la vista de la ventana y de un salto para dirigir la mirada a su padre y con una gran sonrisa dijo:
-¿Ha vuelto Ramón?
Entró corriendo en la cocina tiró la mochila y la chaqueta al suelo gritando:
-¿Dónde está? ¿Dónde está Ramón?
-Ahí- dijo su madre señalando el hueco donde aún se encontraba el gato y cruzando los dedos para que no notase la diferencia. El niño se puso de rodillas metió su mano, el gato no paraba de amenazarle con fuertes bufidos. No le importó lo sacó al primera tentativa y le dio un abrazo muy fuerte entere los intentos de huida del nuevo gato.
Ramón había vuelto y él volvía a ser el mismo niño alegre que llegaba a casa corriendo del colegio para jugar con su amigo. Aunque ahora sus manos lucían marcas purpura y Ramón ya no jugaba con él, en lugar de eso se había hecho un hueco dentro del armario de su habitación y allí se pasaba las horas dejando ver solamente las dos esferas verdes que brillaban al fondo. Sergio jugaba narrando a Ramón sus hazañas, él se conformaba con que su compañero de juegos lo observara desde lo más profundo del armario.
Dos meses después Ramón seguía ocultándose en su escondite, solo salía para comer, beber y a hacer sus necesidades en la bandeja de arena que tenía en el baño, mientras el niño estaba en el colegio.
Aquel sábado muy temprano, sus padres se despertaron al abrirse la puerta de su habitación de un fuerte golpe:
-¡Papá mamá, Ramón ha tenido un gatito!
-¿Qué?
-Si, si, venir ¡deprisa!- y fue corriendo hacia su habitación con sus padres descalzos yendo detrás de él.
Al abrir las dos puertas del armario Ramón les recibió con el bufido habitual. Lo encontraron sobre un jersey de lana de Sergio hecho un ovillo con un diminuto gatito negro recién nacido.
-Mirar ¿veis?
Su padre hecho las manos a la cabeza y su madre se tapó la cara con las manos.
Ese fue un gran fin de semana para Sergio que se quedó durante horas fascinado mirando a los dos gatos.
-Y ahora ¿qué hacemos?-Dijo su madre.
-Creo que lo que ha pasado es bueno.
-Pues tú me dirás.
- Ramón ha resultado ser una gata y la verdad no acaba de adaptarse, podemos devolvérsela a la señora y quedarnos nosotros con el pequeño.
-No es mala idea.
Cuando el gatito comenzó a tener inquietudes y salir del armario a jugar se convirtió en el nuevo compañero de juegos del niño y cuando comenzó a comer solo, llegó el momento de devolver a la gata Ramón a su verdadero hogar.
El niño y su padre fueron a casa de la anciana y nada más abrir el transportín la gata corrió a los brazos de la mujer ronroneando y frotándose con ella.
Al volver a casa Sergio le prometió al gatito que lo cuidaría mucho. Sus padres le preguntaron:
-¿Cómo llamaras al gatito?
El niño les miró extrañado, como si esa pregunta no tuviera mucho sentido y les dijo:
-Ramón.




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