Luces de esperanza - Marga Pérez

                                       

Don Luis, yo quería decirle la verdad pero mi madre me dijo : “mejor le aceptas te casas y arreas”. Palabras textuales. Que amarlo era cuestión de tiempo. Que el tiempo todo lo cura. Que navégase muy bien desde la cama. Que siempre se dio gato por liebre. Que más vale un mentiroso que millones de engañados, que pájaro en mano más que ciento volando. Que ande yo caliente ríase la gente. Que más vale mal marido que un buen querido, así como ser cornudo y que no lo sepa ninguno... perdone don Luis, me embalé. Era la filosofía de mi madre. Ella podía seguir esgrimiendo refranes sin fin para convencerme que el matrimonio con don Servando era lo mejor para mi a pesar de que yo no lo quería. Tener dinero para sacarnos a todos nosotros de la vida triste que llevábamos era suficiente motivo para que olvidase mis sentimientos en un cajón, bajo cuatro llaves, y las perdiese para siempre.
Hacía mucho tiempo que no sacaba estos recuerdos. Parece que fue en otra vida. Si, otra vida, la de los dieciséis años. Era una época muy difícil y yo sabía muy poco.También eran ignorantes en estas cuestiones los que tenían que ayudarme a vivir...¡¡ Vaya época!! Tenían bastante para ellos con el cuidado de los animales y las labores del campo. De sol a sol desde que tuvieron fuerza suficiente para echar una mano en casa y así hasta su muerte. No, no les echo nada en cara. Hicieron por mi lo que supieron...don Luis impaciente la corta
-Dña. Concha, estaba usted hablándome del matrimonio.
-Perdone don Luis. Los recuerdos van saliendo así . Llevan más de setenta años guardados y ahora que los dejo salir no soy capaz de dominarlos. Si, me casé con Don Servando. El tenía treinta y cinco años y una buena posición en la ciudad que deslumbró mis dieciséis tan ignorantes.
Yo no lo quería. Lo sentí nada más verlo. No era malo conmigo. Me enseñó muchas cosas que hicieron de mi una persona diferente. Los libros abrieron mi mente pero cerraron mi corazón. Cada día que pasaba a su lado iba descubriendo cosas nuevas de él que no soportaba : su gesto, su forma de caminar, su manera de mirarme, su tono de voz... Perdone la intimidad don Luis: su forma de tratarme en la cama, ¡me daba asco! . No conocí intimamente más que a mi marido y sólo puedo decir que no me gustaba, de verdad don Luis.
-Al grano al grano doña Concha, que se va por los cerros de Úbeda.
-Si, perdone. Pues estábamos en que no lo quería. Tampoco deseaba ser madre ! Dios me perdone¡ Todo lo que iba descubriendo me gustaba tanto que no echaba de menos la maternidad . Y sin poner medio alguno para evitarla, como no podía ser de otra manera, Dios no nos bendecía con un hijo.
-Eso no es ningún pecado. Los hijos los manda Dios.
-Si, don Luis, lo se. Deje que siga con mi confesión. Necesito echarlo todo fuera de mi.
-Siga siga doña Concha.
Pues estaba en que no quería ser madre . Pasaron varios años de fingida convivencia feliz, convencida que el cielo respetaba mi deseo . Por ello daba gracias a Dios cada día hasta que caí embarazada . Tuve un niño hermoso, grande y sano que fue la felicidad de su padre . Durante dos o tres años incluso olvidé mi deseo de no ser madre. Los cuidados y atenciones que requería hicieron que no pensase en ello. Hasta le cogí cariño. Pero a partir de esa edad empezó a parecerse a Servando. Tenía en la cara su mismo gesto de asco, caminaba como el, su voz era la misma, hasta su forma de hablarme era la de su padre. Poco a poco fui sintiendo por él lo mismo que sentía por Servando desde hacía mucho. No lo soportaba.
Año tras año me engañé diciéndome que a un hijo no se le puede dejar de querer. Que lo que sentía por él no era falta de amor sino incompatibilidad de caracteres. Que no congeniábamos. Que chocábamos. Mentiras para no reconocer mis sentimientos.
A el también le mentí. Hice siempre como si le quisiese. Como si me cayese simpático . Por mi trato hacia él nadie se dio cuenta de lo que sentía. Pero él si lo sabía. Un hijo eso siempre lo nota. No dijo nunca nada pero me buscaba. Quería agradarme. Hacer las cosas bien para demostrar que era digno de mi amor .¡¡ Cómo sufrí por él!! Quería quererlo pero no podía, sólo era capaz de hacer cosas que le dijesen lo que no podía sentir. El se acurrucaba a mi lado buscando caricias.Yo no podía tocarlo, ni acariciarlo, ni abrazarlo y se daba cuenta. Mi sentimiento de culpa fue creciendo a medida que el se esforzaba porque le amase.Cuando cumplió los veintiocho años contrajo una enfermedad que en pocos meses le llevó a la tumba. No me separé de su cama, atendí todos sus deseos y caprichos, velé sus malos sueños e inquietudes, incluso lloré hablando de su desventura . Pero seguía sin sentir ningún afecto por él.
En su lecho de muerte me sobrepuse y le dije que le quería. Creo que fue la primera vez. Se lo merecía. Se fue con una sonrisa tranquila. Yo me quedé deshecha. Volví a guardar mis sentimientos para que no doliesen. Hoy estoy frente a frente con la muerte...y no sirven las mentiras piadosas. Sólo la verdad. Aunque no me guste . Aunque duela.
-Padre por favor perdóneme. No quiero irme con este lastre. Mi vida fue una mentira y no sabe cuanto lo siento... Dijo ya con un hilo de voz.
Don Luis miró al cielo y formando una gran cruz sobre ella musitó:
-Ego te absolvo, en el nombre del Padre del Hijo y del Espiritu Santo. Amén
Doña Concha cerró los ojos y por fin lloró en paz.







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