Me despierto
echándole de menos. Hace más de un año que destinaron a mi pareja
a más de diez mil kilómetros. Medio dormida enciendo el móvil que
está en la mesita y voy sacando los pies descalzos de la cama, con
cuidado, para no pisar a las gatas que dormitan en sus cojines a mi
lado. Escucho como entra un WhatsApp, y luego otro y otro ¡hasta
catorce! Con un ojo aún pegado, cojo el teléfono y lo miro. Hay
fotos, llego a distinguir alguna flor. Mientras se descargan, leo un
precioso mensaje de amor dándome los buenos días, y a continuación
muchas fotos de flores, fotografiadas por él esta misma mañana. Me
siento feliz y recuerdo aquella frase de Roger Bussy-Rabutin que dice
que “la ausencia es al amor, lo que el viento al fuego; apaga
los pequeños y aviva los grandes”.
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