Viejas amigas - Marga Pérez





Esta tarde, por fin, queda Carmen con su amiga Elena para ir de compras después de tener que anular esta cita varias veces a consecuencia de sus múltiples ocupaciones familiares. Si, Carmen tiene una familia que echa mano de ella para todo: para quedarse con los nietos, para recogerlos del colegio, para llevarlos a actividades, para cocinar para todos cada fin de semana, para ayudar a su vecina e hija mayor a colgar las cortinas, sacudir las alfombras, ordenar los armarios, coser sus botones, planchar las camisas que se le dan muy mal, lavar su ropa cuando no le viene bien y para todo lo que se les pueda ocurrir. Todo, para estar ellos bien.
Carmen los ecostumbró a ésto desde pequeños y está convencida que ser madre implica decirles siempre SI a cada uno de ellos.
La experiencia le ha ido enseñado que casi nunca la necesitan, y es más, que a menudo se aprovechan de ella de mala manera. Pero no les puede decir que no, se encontraría mal si lo haciera.
-Hola Carmen, cuanto tiempo sin vernos!!
-Si, y no te parezca mal pero me acaba de llamar Carmencita . Quedé que dentro de una hora pasaba a recoger a los niños en las actividades para que ella pueda ir al cine con su amiga Luz. Hace muchísimo que no se ven .¡¡ Trabajan tanto!!. Nosotras, como no trabajamos, podemos vernos cuando nos de la gana ¿no te parece?
Elena la mira resignada pero no le dice nada.
Año tras año trató de abrirle los ojos a una realidad que Carmen nunca ha llegado a ver. La insistencia de Elena creó malestar entre ellas . Carmen se cerró, Elena se calló y ambas se distanciaron. Pero seguían siendo amigas, no íntimas pero si amigas.
-Pues entonces vamos a aprovechar el tiempo, una hora pasa enseguida. Dice Elena al tiempo que la besa como de pasada.
Juntas se dirigen al Corte Inglés.
-Está cerca y tiene de todo. Para qué dar más vueltas? piensa Elena en alto.
La ropa y los complementos son su debilidad. Sólo hace falta echarle una ojeada rápida para darse cuenta que Elena tiene buen gusto vistiendo. Va conjuntada de la cabeza a los pies . Se ve que dedica bastante tiempo a su persona . Ya no es joven pero está estupenda .
Carmen es tan joven como ella pero no luce tan bien. Va vestida más cómoda que arreglada a pesar del tiempo que se dedicó ante el espejo. Entre llamadas telefónicas y paradas para responder a los múltiples requerimientos de su marido no vio lo desfasado que se encontraba su vestuario y salió así como está. Sólo al encontrarse con Elena se da cuenta que no consigue estar a la altura.
-Tengo que comprar algo actual. Dice Carmen. -Mi armario está bastante envejecido.
Elena sonrie de manera cómplice y la encamina hacia la planta de señoras, allí, después de revolver de perchero en perchero le enseña un bonito vestido .Carmen al verlo queda callada y pensativa intrigando a Elena.
-¿Qué pasa?, ¿no te gusta?
-Si, pero... ¿que me recuerda?. ¡Ahh!...Ya se. A un sueño que tengo muy a menudo. Cambia el decorado pero no como me siento. En él llevo un vestido muy parecido y el cinturón me aprieta mucho, tanto, que me mareo y caigo desmayada al suelo. Al volver en mi están a mi alrededor Paco y los niños , pero no están preocupados por mi, cada uno está a lo suyo: Uno lee, otro ve la tele, otros charlan animadamente. Nunca me sentí tan sola...Y sin decir nada más rompe a llorar .
Elena, familiarizada con la depresión, olvida por un momento la distancia que la separa de su amiga y la abraza con cariño. Así abrazadas, pasando de todo, surge el recuerdo lejano de un musulmán sentado sobre una alfombrilla rezando en dirección a la Meca, así como ellas, en el Corte Inglés, rodeado de percheros de ropa . A lo suyo. Pasando de las miradas de los curiosos. Sin dejar de abrazarla sonrie tranquila. No llaman la atención más que el musulman orante.
En menos de cinco minutos están sentadas frente a frente en una mesa bastante discreta de la cafetería. Los años de distanciamiento desaparecen . Vuelven a ser las amigas intimas de otro tiempo y las confidencias surgen sin tener que forzarlas.
Carmen vuelca en Elena su malestar. Le relata entre llantos e hipidos un sinfin de hechos, desplantes, exigencias, burlas , menosprecios. No sabe, no puede y cree que no debe decirles que no y ellos lo saben. Se aprovechan. Carmen ya no puede más.
Elena piensa rápido, tranquiliza a su amiga y le pide que confíe en ella sin preguntar nada.
-Vete a tu casa recoge a tus nietos y sigue tu vida, estaré en contacto contigo y ya te diré qué vamos a hacer .
El martes de la semana siguiente la llama y le dice que prepare una maleta. Se van de viaje al día siguiente.
-!Como¡ no puedo irme,! Tengo muchas cosas que hacer.
-Ya sabes que no es así y que quedamos en que me vas a hacer caso, ¿no? Te recojo a las 10 en tu casa. No me falles. Lo organicé todo para ayudarte.
-Vale,vale. Estaré preparada. Le dice Carmen obligada por la palabra dada en un momento de debilidad.
El miércoles Elena pasa por su casa. Puntualmente Carmen le espera con la maleta preparada y el corazón encogido . Desconoce su destino y las consecuencias que tendrá su acto de rebeldía pero sale con ella sin mirar atrás y sin temblarle el pulso al escribir la nota que le deja a Paco. Juntas suben al taxi y se dirigen al aeropuerto que las llevará rumbo a Benidorm. Allí estarán de vacaciones, en un apartamento propiedad de Elena y sin fecha de vuelta. A Elena nadie la espera. Lo mismo le da vivir en un sitio que en otro. Su hijo está hace años en Londres y su marido murió hace ya más de veinte .
Tras facturar las maletas pasan a la sala de espera previa al embarque. Carmen, como si estuviese nuevamente en su sueño, siente la opresión de un cinturón alrededor de su cuerpo que le dificulta la respiración. Siente calor y empieza a ahogarse. Cada vez respira peor y tiene miedo a caerse al suelo. La mirada se le nubla y Elena le ayuda a tumbarse . Termina perdiendo el conocimiento entre pasajeros anónimos y curiosos que hacen corro a su alrededor. Cuando vuelve en si el altavoz está llamando a los pasajeros de su vuelo para realizar el embarque. Quedan solas. Carmen no es la misma. No sabe que coño hace tirada en el aeropuerto con Elena al lado mirándola entre espectante y preocupada. No quiere ir de viaje a ningún sitio. El malestar desaparece . Respira aliviada . Se levanta como un riguilete y se dispone a marchar .
-Pero, ¿a dónde vas? Le dice Elena asustada.
-A mi casa. Hacía tiempo que no me encuentraba tan bien como ahora. Ya estoy curada. Ves? Estoy diciendo que no quiero hacer esto y no lo hago. Adiós.
Elena no sale de su asombro. No sabe como terminará Carmen . Solo tiene una cosa segura y es que acaba de poner el punto final a esta vieja amistad.





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