La vida siempre pone a cada uno en su lugar - Gloria Losada





Me enamoré de un tipo charlando con él por internet. Sí, ya sé que es una idea un poco descabellada, que a la gente normal no le pasan esas cosas, eso también era lo que yo pensaba, pero, qué quieren que les diga, caí en la trampa. Bueno, reconozco que a lo mejor utilizar la palabra enamorar es un poco fuerte, pero después de siglos intentando encontrar mi príncipe azul sin conseguirlo, aquel muchacho dulce, culto, educado y con la voz más envolvente y cálida que yo hubiera escuchado nunca, me revolvió algo por dentro y me vi esperando día tras día que llegara el momento en que él y yo nos poníamos tras la pantalla de un ordenador o del móvil e intercambiábamos emociones.
Nos conocimos a través del Facebook. A ambos nos gustaba la fotografía y teníamos nuestras cosas por allí colgadas. Él se dedicaba profesionalmente, yo era una simple aficionada, una aprendiz, pero le gustaron mis obras. Comenzó a hablarme y lo que al principio eran solo comentarios sobre esta o aquella foto, al final fueron derivando hacia temas más personales.
Se llamaba Raúl, vivía en Valencia y era un poeta de la imagen. Sus instantáneas relacionadas con la naturaleza eran magníficas, recuerdo especialmente una fotografía de una seta que llamaba mucho la atención por el enfoque, la luz... esas cosas que valoramos los que apreciamos el noble arte de la fotografía. Por cierto creo que la seta era una Amanita Phaloides, la que debiera haberse comido él, pero bueno, no adelantemos acontecimientos.
No sé en qué momento comencé a sentir algo por él, tal vez lleváramos un mes de charlas casi diarias. A través de aquellas conversaciones yo entreveía que el sentimiento era mutuo. A veces me enviaba mensajes de voz, una voz que me dejaba paralizaba cuando la escuchaba, porque hablaba en un susurro, muy despacio, me envolvía, me ponía en trance, no sé qué me pasaba, así que el día en que me dijo “te quiero” ni por un instante dude en darle réplica. Sí mi amor, yo también te quiero y a pesar de la distancia pronto nos veremos e iniciaremos una vida juntos.
Creo que aquellos maravillosos planes duraron.... tres o cuatro días tal vez. De pronto, sin ton ni son, comenzó a evitarme. No me buscaba, y cuando yo iniciaba conversación siempre ponía alguna excusa para desaparecer. Y desde luego que yo no lo iba a tolerar. En una de esas ocasiones en las que pretendía escabullirse le dije que de eso nada, que ya estaba bien de rehuirme y que me iba a decir qué era lo que pasaba sí o sí. Mejor no le hubiera dicho nada, porque su explicación fue tan sumamente estúpida y me dejó tan planchada que no supe rebatirle. Pues no va y me dice que de pronto se dio cuenta de que el amor que sentía por mí eral real y no platónico, y que no podía ser, que no había llegado su momento. Patético, lo sé, y fue lo que le dije, que era un tipo patético, y ya está, así desapareció de mi vida, tan de repente como había llegado.
Durante unos días me sentí estúpida. Había jugado con mis sentimientos y la culpa la tenía yo, por haberme fiado de un desconocido. Me di cuenta de que sabía muy pocas cosas sobre él, y mirando sus fotos me di cuenta también de que ni siquiera era guapo, tenía una nariz horrorosa. Pasé del amor al odio sin solución de continuidad y al cabo de un mes ya lo había olvidado, o casi, porque reconozco que una espinita me quedó siempre clavada en mi corazón lastimado.
Pero como yo pienso, la vida siempre se encarga de poner a cada uno en su lugar, y esta vez no fue distinto. Además me dio la satisfacción de poder ayudarla. Me explico. Hacía casi dos años que había ocurrido lo del tipo aquel. Durante aquel tiempo yo había promocionado en el trabajo y a aquellas alturas era la jefa de recursos humanos de una importante multinacional. Seguía sin haber encontrado mi príncipe azul, pero en lo laboral había tenido mucha suerte. Ocurrió que la empresa iba a abrir una sucursal en un pueblo de Valencia y para allá me fui yo a hacer la selección de personal, un trabajo largo y tedioso. Habíamos recibido una cantidad ingente de curriculums y después de seleccionar los más idóneos todavía quedaban muchas entrevistas por hacer.
Aquella mañana me levanté con el presentimiento de que algo iba a ocurrir, de que el día iba a ser especial, y además algo bueno, porque estaba contenta. Me metí en la ducha, me deleité bajo el chorro un buen pedazo de tiempo, mientras embadurnaba mi pelo en abundante champú para lucir una melena impecable, me arreglé con esmero y cuando bajé a la sala de entrevistas parecía un pincel.
Durante la mañana hablé con bastantes personas, paramos para comer el arroz más delicioso del mundo, y de tarde reanudé la tarea. Me quedaban unas cuantas, pero no me importaba, seguía de buen humor. Preparé mi cuaderno para tomar notas, llené mi taza con agua y le dije a la secretaria que pasara el primero. Cuando entró ese primero yo estaba de espaldas, todavía no me había sentado, pero reconocí en seguida su voz dándome las buenas tardes, habían sido muchas horas escuchándola como para poder olvidarle. Me di la vuelta como una flecha, le devolví el saludo con la mejor de mis sonrisas y me senté al otro lado de la mesa. Ya frente a frente pude observar la palidez de su rostro, me había reconocido seguro. Miré su curriculum y vi su nombre, Raúl Castañeda, el mismo gilipollas que se había reído de mí tiempo atrás, pero lo que son las cosas, ahora me tocaba a mí.
En la entrevista lo puteé todo lo que quise y un poco más. Le hacía preguntas que no venían a cuento, le rebatía las respuestas, me lo pasé genial, pero aquello no era suficiente. Le dije que se considerara contratado, que en una o dos semanas lo llamaríamos. Puso cara de imbécil, bueno, de lo que era, pues yo creo se daba por caído del proceso de selección, y marchó por donde había venido.
-Ahora te vas a enterar – murmuré yo por lo bajo.
Mi cometido era seleccionar el personal y regresar a mi punto de trabajo habitual, la central de Madrid, pero como me quedaban cosas por hacer, inventé una escusa para quedarme unos días más, para supervisar el personal y es que no podía perderme la incorporación de Raúl. Lo contraté como mozo de almacén, aunque el había solicitado el puesto de jefe se sector, y cuando después de dos días de trabajo se acercó a mi despacho para informarse sobre lo ocurrido le respondí amablemente.
-Sé que habías solicitado el puesto de jefe de sector, sé que tienes estudios universitarios y que te consideras sobradamente preparado, pero yo he considerado que hay gente más preparada que tú. Considerando que he hecho mis averiguaciones y que llevabas más de dos años en el paro sin cobrar un duro, deberías de agradacerme que te haya dado el único puesto libre que quedaba. Ahora bien, sino estás conforme siempre te puedes marchar ¿Qué te parece?
Me miró son expresión furiosa en su mirada.
-Te estás vengando ¿verdad? – me dijo.
-Sí, y no sabes que bien me lo estoy pasando. Mañana me vuelvo a Madrid, pero ya he dejado instrucciones sobre lo que hay que hacer contigo. Y sabes, si no estás contento, ahí tienes la puerta.
No sé que habrá sido de él, ni tampoco me importa. Yo me lo pasé de vicio con aquella pequeña venganza. La vida, que pone a casa uno en su lugar. ¡Qué cosas!






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