Reconozco
no ser buena actriz y mi éxito se lo debo a Frank. Nos conocimos
recién comenzada mi carrera, conseguí un papel secundario en una
superproducción en la que él era protagonista y yo la amiga de su
novia en la ficción. Interpretando una escena amorosa, nos dejamos
llevar tanto por la escena que al terminar el rodaje me buscó. Seis
meses de relaciones secretas para no interferir en la promoción de
la película, terminaron en boda según consejo de su manager.
Fue
una mega ceremonia, más de quinientos invitados famosos en una isla
caribeña, muy romántico y lujoso, pero al volver a la cotidiana
realidad comenzamos a distanciarnos, casi siempre por trabajo. Sabía
que era mujeriego y en nuestra profesión surgen oportunidades de
sobra para ser infiel, pero no me importaba. Mientras tanto me
llovían los trabajos, ya fuese anunciando un champú
o una obra de teatro menor, el ser “la esposa de” me estaba dando
pingües beneficios además de glamur.
Durante
años compartimos casa, estrenos, reportajes, mostrábamos una
relación maravillosa de cara a los demás, no nos llevábamos mal,
simplemente él no era de naturaleza
monógama, y bueno, yo también tenía mis flirteos, no os quiero
engañar.
Pero
no estaba dispuesta a representar el papel de ex esposa. Acababan de
contarme que la última conquista estaba durando mucho. Una
jovencísima actriz que acababa de iniciar su carrera y él parecía
estar perdidamente enamorado de ella, había que hacer algo
rápidamente, el arroz
se me estaba pasando y el retoque hecho en la nariz
no había dado el resultado esperado, necesitaba un plan para
terminar con aquello. Prefería ser una viuda desconsolada a una ex
despechada.
A
mi memoria vino de cuando hice el papel de aprendiz
de bruja, que hay setas
venenosas, sólo con comerte una ya te vas al otro mundo, así que
una mañana de sol de aquel lluvioso otoño, paseando por un bosque
cercano comencé a buscar una seta,
una, porque era lo único que necesitaba para acabar con Frank,
tampoco había que pasarse y hacerle sufrir. Para mi desgracia aquel
día soleado no había muchas en el campo, parecía que los
domingueros habían arrasado. Finalmente la encontré, al pie de un
árbol, solitaria, pidiéndome a gritos que la recogiera, y lo hice.
La tosté en el horno, luego la machaqué para convertirla en
polvillo y comencé a pensar en que forma iba a engañarle para que
la ingiriera.
El
desayuno sería el mejor momento del día, suele estar entretenido
mientras lee el guión de turno. Toma una taza
de café con mucha canela y ahí es donde la echaré, ni se enterará,
procuraré no dejar huellas en el brik de leche ni en la cuchara para
que los polis no sospechen de mí.
Le
puse el desayuno en la mesa como cada mañana y me despedí
efusivamente, después de todo iba a ser la última vez que viera con
vida a mi amado. Voy a comprar el periódico y volveré enseguida,
le dije. Me entretuve un buen rato con el kiosquero, haciéndome
notar, hablando del tiempo y de las noticias de primera página del
diario matutino. Cuando pensé que había transcurrido tiempo
suficiente le pregunté por la hora, un detalle muy inteligente para
justificar que no estaba en casa cuando él se muriera. Al pasar por
la panadería paré también para comprar churros, siempre han sido
mi perdición y los culpables de la pérdida de mi línea.
Mientras
regresaba a casa comencé mis ejercicios para meterme en el mejor
papel de mi vida, puse mis cuerdas vocales a punto para el grito más
agudo y desgarrador que nunca se haya oído, al encontrar a mi pobre
maridito con el rostro azul.
Nada
más entrar cierro la puerta de golpe para que los vecinos me oigan,
me dirijo a la cocina, allí sentado con una mirada penetrante y su
sonrisa más picaresca, me indica con un dedo que me acerque.
Descolocada por verle vivito y coleando, me acerco a él. Con un
gesto me pide que me siente sobre sus rodillas. Lo hago, esperando
que de un momento a otro se desplome. Pero no, con sus manos
acaricia mis mejillas, me separa el pelo de la cara y acercándomela
a él me da un beso como el de nuestra primera vez.
¡Ay
señor! Contra eso no pude luchar, me dejé llevar como lo hiciera
antaño. Cogiéndome en volandas nos dirigimos a la cama, donde
hicimos el amor de forma más que apasionada, con un goce y un
disfrute que no sabía que añoraba. Tanto fue así que luego me
dolía el cuerpo de tantas posturas forzadas, más no me importó.
No
comprendía lo que había pasado, era evidente que había recuperado
a mi Frank, posiblemente porque la seta
en vez de ser venenosa era afrodisiaca. En cuanto pude levantarme
del lecho conyugal, corrí a por mí cuaderno
y dibujar en él la seta,
tenía que recolectar más, aquello no podía terminar.
En
el siguiente paseo por el campo encontré un estupendo corro que me
llevé enterito a casa. Con mucho cuidado lo tosté y convertí en
polvo para una nueva ocasión. El caso es que el problema no se
había resuelto aún, la relación entre ellos dos tenía que
terminar, y de nuevo volví a planear una solución muy astuta.
En
el plató al lado del mío ella estaba grabando una serie, durante un
descanso me acerqué a visitarla y llevarla amistosamente un café,
era como le gustaba a Frank y seguro que no lo rechazaría. No lo
hizo, y mientras duró el rodaje se tiró a todo lo que se meneaba,
ya tuve buen cuidado de poner cantidad de más en el brebaje.
Consecuencia de ello fue que la despidieron, salió en la prensa rosa
y acabó por hundirse su carrera. Regresó a su pueblo natal para
vender chorizos en la carnicería de sus padres.
De
vez en cuando hecho unos polvitos especiales en el café de Frank, y
la felicidad reina en nuestro hogar, él tiene una carrera de éxito
sin fijarse en nadie más que en mí, y los trillizos me tienen tan
ocupada que apenas concedo entrevistas ni anuncios de publicidad, la
familia es lo que importa.
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