Libérate - Dori Terán

                                     

Leonor buscaba desesperadamente un hombre con posibles. Sin embargo, debido a su aspecto, no le iba a resultar nada fácil. Analizando con paciencia cada rasgo físico de su presencia, no se comprendía bien porque la primera impresión era de desagrado. Las facciones aunque no perfectas, tampoco eran las responsables directas de constituir un conjunto tan poco agraciado. La nariz aguileña asemejaba un desafío, un filo atrevido confiriéndole al rostro una dureza inusitada y de rechazo. Los ojos pequeños y oscuros un poco hundidos en las cuencas eran no obstante, vivaces e inquietos. Pómulos poco pronunciados y unos labios finos, casi imperceptibles y que solían desaparecer en el esbozo continuo que ella hacía de su sonrisa pues sus dientes eran perfectos y ella lo sabía. Orejas grandes que cerraban un marco de mandíbulas cuadradas, pronunciadas, violentas y una frente abombada en la que se dibujaba un entrecejo uniendo dos cejas densamente pobladas. El pelo era bonito, una cascada de rizos en bucles abiertos y salerosos en el movimiento que el viento les imprimía y que repartía destellos de distintos tonos dorados según lo bañase la luz. Ella se quejaba continuamente de la melena graciosa. En todas las revistas de moda y sociedad la belleza del cabello se consideraba tal cuando este era liso y lacio. También le hubiera gustado tener una figura más femenina. Aunque de estatura media sus piernas eran cortas en proporción al cuerpo y carecían de esbeltez al ser robustas y musculadas porque aparte del aporte genético ella caminaba varios kilómetros al día para cubrir la distancia existente entre su casa y la de los señores donde prestaba sus servicios como sirvienta. Buscaba al vestir aquellas ropas que proveyeran a sus caderas de unos centímetros de más y a su cintura de unos centímetros de menos. Así como las que disimulasen el tamaño de su pechera que parecía un regazo abandonado en busca de un bebé que achuchar y alimentar. Se sumaba además a toda la componenda una falta de gracia, de estilo y de seguridad. Se movía con torpeza, de forma brusca y con miedo. Muchos días ensayaba delante del espejo poses elegantes, ligeras, finas…y al tercer intento lo dejaba asustada de su incapacidad. Era recatada a la hora de hablar y expresarse pues conocía bien sus limitaciones en el tema. El silencio, la mirada tímida, los hombros ligeramente encorvados la acompañaban siempre en su presentación. El esfuerzo y empeño por mejorar su imagen nunca le daban resultados que la satisficieran y estaba convencida que nunca encontraría el amor y menos el que ella siempre soñó desde su perfil más práctico, o sea, un hombre con dinero. En su mente el pensamiento dominante era que todos los hombres se enamoran a primera vista ante la belleza y el atractivo del primer impacto. El interés obsesivo por su cuerpo físico le había hecho olvidar e ignorar los demás cuerpos que nos conforman.
La meta de cazar un hombre pudiente a través de la trampa del amor también le había hecho olvidar la naturaleza de tal sentimiento. ¡Que simple era el alma de Leonor! Pero no, claro que no, ciertamente ningún alma es simple. La suya era un alma contaminada por la sociedad. Tal vez si Leonor pudiese remontar todo su sentir al momento de su concepción, si pudiese volver atrás con la mente vacía y el corazón limpio, con la plenitud original, sin las trampas de este mundo que nos esclaviza con sus normas y valores establecidos y propagados para exterminar nuestra esencia y esclavizarnos….tal vez ,entonces, Leonor pudiese recordar que nuestro Ser es un conjunto de cuerpos sutiles del que forma parte el cuerpo físico que es vehículo de todos los demás pero no por ello más o menos importante. Que amarle , aceptarle y cuidarle tal como es, que agradecerle todo el servicio que nos proporciona independientemente de los cánones de belleza que le hemos imputado ;que todo ello nos libera y nos pacífica. Que en otro de los cuerpos sutiles está el conductor de ese vehículo y que reconocerse y cuidarse como tal, nos da el poder de crear. Y que el amor a los demás en todos sus aspectos, de pareja, filial, paternal, fraternal, de amistad, a la naturaleza, a los animales, a la humanidad….empieza, y sigue por el amor a uno mismo. Nunca llegué a saber que ocurrió con el tiempo de Leonor ni por donde discurrieron sus sueños y pesadillas. Tal vez la vida en su sabiduría la llevó a experimentar situaciones que pueden despertar o no nuestro Yo Superior . Veremos la luz y la consciencia si la buscamos con intención y voluntad. Buscaré a Leonor para narrar en otro relato lo que sea que eligió. Y tu mientras ¿VIVES o duermes?





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