El
paisaje había comenzado a reducir su velocidad, a través de la
ventana del tren, donde Beatriz tenía posados sus ojos. Ni siquiera
se había percatado de ello, metida en sus pensamientos.
-Tengo
que encontrar un seudónimo para publicar mi libro. Tengo que
encontrarlo antes de llegar a Cuenca.
Había
escrito un libro donde volcaba todas sus fantasías, y el resultado
final, fue una obra subida de tono, que le era incapaz de enseñar a
sus familiares y amigos.
El
tren se detuvo en la siguiente estación. Los asientos fueron
intercambiados por pasajeros con sus destinos contrarios.
-No
me lo puedo creer- Pensó Beatriz cuando aquel hombre acompañado de
un pequeño perro y seguido de otro hombre bajito y regordete,
cargado con maletas, se sentaron en su mismo departamento.
-¡Buenas
días!- dijo el hombre alto, elegante, con un largo bigote blanco,
una estrecha y larga barba blanca terminada en punta y con un
marcado acento inglés, quitándose la boina e inclinándose un poco
hacia adelante para saludar a Beatriz.
-Buenas
tardes- contestó ella mientras pensaba, que con todos los asientos
que quedaban libres, tuvo que tocarle a ella compartir su espacio con
aquellos personajes y todo el folclore que les acompañaba.
-¡Oh!
Disculpe, no mi he presentado. Soy el Barón Connery ¿Con quién
tengo el gusto de compartir mi viaje?
Beatriz,
que no había separado su mirada de la ventana, giró la cabeza
mientras pensaba -¿así que barón eh? - y levantando una ceja, que
el varón no pudo notar por mantener su mirada tras las oscuras gafas
de sol, dijo:
-Vizcondesa
Beatriz- Aún estaba sorprendida por su espontanea respuesta, cuando
el varón le cogió la mano y se la besó. Así era como le llamaban
en el colegio sus compañeros, debido a su estrabismo y a ella nunca
le había gustado.
-¡Es
un gran honor vizcondesa! Permítame que le presenta a mis dos
acompañantes. Mi perro se llama lord Byron, le puse ese nombre en
honor al poeta. Es un yorKshire – Dijo marcando muchísimo la k- y
es un atentico yorKshire, porque tanto él, como sus padres, como los
padres de sus padres nacieron en el mismísimo YorKshire de
Inglaterra, porque yo soy inglés ¿sabe?.
-Encantada-
dijo Beatriz dirigiéndose al perro.
-Este
hombre de aquí es Sebastian, mi mayordomo.
Sebastián,
inclinó un poco su cabeza en forma de saludo y Beatriz le
correspondió con un gesto similar.
El
barón, abrió una caja de bombones rellenos de menta, que
casualmente eran los favoritos de Beatriz y le ofreció la caja para
que eligiese uno. Ella lo hizo encantada, dejando caer el muro que
había construido entre ambos.
-¿Viaja
sola?
-Si-
contestó Beatriz mientras degustaba el bombón.
-¿A
dónde se dirige?
-Voy
a Cuenca a visitar a mi madre, que hace ya tiempo que no la veo. Y
¿ustedes? ¿A dónde van?
-No
llegarremos a Cuenca, nos quedaremos unas paradas antes. Estamos
conociendo el país de don Quijote, aprovecho para decir que es mi
obra literaria favorita desde niño. Nuestra próxima parrada es en
Mota del Cuervo, pueblo donde luchó con los molinos de viento, que
creyó eran gigantes y después nos dirigiremos Al Toboso, donde
residía su amada y allí pasaremos unos días.
-
¡Magnífico! He estado allí muchas veces y les aseguro que les
encantará. Y a la hora de comer… cualquier restaurante del
Toboso, hará las delicias de sus paladares- Dijo Beatriz
entusiasmada por compartir el gusto por “Don Quijote de la Mancha”.
El
tren, con voz femenina, anunció que se acercaba la siguiente
estación. El barón Connery, Sebastián y Lord Byron se bajarían en
ella. Beatriz se arrepintió por el desagrado que sintió cuando
sentaron a su lado, le resultaron muy simpáticos y le hicieron muy
agradable el pequeño trayecto que realizaron juntos.
Fueron
poniéndose en pie y ante el trajín, el pequeño Lord Byron saltó
sobre las piernas de Beatriz, esta lo agarró para que se sintiera
seguro.
-¡Oh
Pequeño Lord! Siempre aprovechas la mínima para recibir las
atenciones de majeres guapas.
Todos
rieron. Sebastián que seguía sin decir una palabra fue recogiendo
pacientemente todo el equipaje sin recibir ayuda, se adelantó hacia
la puerta esperando en pie al barón, que permanecía en su asiento
escribiendo algo en un pequeño papelito.
El
barón se inclinó de nuevo y volvió a besar la mano de Beatriz
diciendo:
-Vizcondesa
Beatriz, ha sido un honor conocerla, brindaré por usted en El
Toboso. Tome, le entrego esta tarjeta con mis datos, si algún día
va de visita a Londres, me encantaría enseñarle mi ciudad.
-Lo
haré con gusto- dijo Beatriz.
El
pequeño Lord saltó de las piernas de Beatriz sobre los brazos del
barón y avanzaron dirección a la salida. El tren se detuvo
suavemente. Los pasajeros bajaron. Un largo adiós con sus manos
manifestó el afecto que había nacido en ellos en tan poco tiempo.
Beatriz
miró la tarjeta, que era de muy buena calidad. Por un lado escrito
con pluma estilográfica, lo recién escrito por el barón decía
“con todo cariño para mi amiga la vizcondesa Beatriz, espero
pronto nos volvamos a ver”. Beatriz sonrió. Dio la vuelta a la
tarjeta “Publishing Lord Byron” “Barón John
Connery-propietary” Tel:
7556.973.87. London.
A Beatriz se le aceleró el corazón. Aquella casualidad era
demasiado. Acababa de encontrar una editorial donde podría conseguir
que publicaran su obra. No podría ser mejor, una editorial
extranjera que le ayudaría aún más a seguir en su anonimato.
Volvió a dar la vuelta a la tarjeta y miró de nuevo la dedicatoria
-Vizcondesa Beatriz- nombró en voz alta ¡Ya tengo seudónimo!
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario