Un simple juego - Eduardo Gómez

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Todo empezó con un simple juego de niños. Me encontraba pasando el rato con mis amigos. Ese día pensábamos salir a jugar como todos los días pero una tormenta nos sorprendió estropeándonos nuestros planes. Por tanto comenzamos a pensar un juego que se pudiera hacer en casa.
Eso nos llevó a decidirnos a jugar al escondite y yo me fuí directo al desván. Estaba oscuro a excepción de los rayos que iluminaban la estancia. Además cada poco se escuchaba un trueno. El desván parecía sacado de una película de terror pero yo nunca había sido un niño asustadizo y no creía en fantasmas ni nada extraño. Esa fue la razón por la que no me costó nada esconderme en el desván.
Eso llevó a que primero a quién le tocaba buscar y luego los demás terminaran siguiéndome hasta el desván. Inmediatamente sintieron curiosidad por las antigüedades que mi familia guardaba en el desván mientras las clasificaban antes de venderla en su tienda. Buscando entre los diferentes objetos encontramos un casco mongol, una de las primeras cámaras de fotos que existieron y una antiguo juego lleno de polvo y de aspecto antiguo.
En ese momento no sabíamos que era una Ouija por lo que nos pareció un juego de mesa que ninguno de nosotros conocía. Por tanto preguntamos a mi madre como se jugaba a ese extraño juego pero solo nos lo quitó diciéndonos que no jugaramos con esas cosas.
No fue hasta muchos años más tarde cuando yo era capaz de hacerme cargo de la tienda cuando volví a encontrar ese juego ahora sabiendo con certeza que era una Ouija, como se utilizaba y para que supuestamente servía. Aún así nunca había llegado a usar una y esa era mi oportunidad.
Llame a mis amigos y les conté lo que había encontrado. Obviamente ninguno de nosotros se toma nada en serio lo de Ouija pero considerábamos divertido ponerlo en práctica. Para nosotros no era más que un juego de niños para realizar el día de Halloween.
Ese día resultó ser una noche fría de luna llena con una espesa niebla que se apoderaba de todo. MIs amigos y yo nos fuimos a una casa abandonada de las afueras del pueblo en que vivíamos. Ahí preparamos una vídeo cámara y colocamos la ouija en una mesa de madera vieja y algo agujereada por la polilla.
Nos sentamos en círculo a su alrededor. Ninguno de nosotros creía en eso pero a pesar de ello una parte muy instintiva de nosotros se encontraba inquieta. Finalmente colocamos el vaso en la tabla y preguntamos si había alguien ahí. Pasaron unos instantes de completo silencio. Eso hizo que sintiera como el alivio y la desilusión se acumulaban en mi pecho pero entonces siguió sin suceder nada por lo que la irritación gano a cualquier sentimiento y anuncie que definitivamente la Ouija es mentira y una gran tontería.
Los demás estuvieron de acuerdo por lo que recogimos todo y nos marchamos de fiesta. Ninguno de nosotros volvió a pensar en ese asunto pero al menos yo si que me ponía algo nervioso en al oscuridad de mi cuarto cuando un ruido me despertaba en plena noche. Finalmente se me paso y este suceso cayó en el olvido.


El Halloween siguiente lo celebramos de fiesta por todo lo alto pero terminó en una fuerte pelea debido a que el alcohol se nos había subido a la cabeza. Terminamos perdiendo y en el hospital. La peor parte la llevó uno de mis amigos que recibió fuertes golpes en la cabeza y la conmoción terminó costandole la vida.
La muerte de mi amigo como es normal nos afecto a todos y no teníamos la cabeza para recordar que su muerte coincidió con el aniversario en el que habíamos hecho la Ouija. Para evitar los recuerdos y la forma en que todos nos compadecían decidimos que ese Halloween lo celebrariamos con un viaje por carretera.
De camino a una fiesta nos perdimos y terminamos en una vieja carretera donde las farolas ya no funcionaban. Eso hizo que las únicas luces por las que nos podíamos guiar eran las de nuestro auto. Entonces vimos a una figura cruzando la carretera. Una figura que no vimos hasta que ya era casi demasiado tarde por lo que tuvimos que dar un volantazo que nos llevó a perder el control del coche y dar vueltas de campana.
Desperté en el hospital a la semana solo para descubrir que uno de mis amigos había fallecido pero que el resto se estaban recuperando. Esta vez sí que nos dimos cuenta de que esto había ocurrido en el aniversario de la muerte de nuestro otro amigo y que eso a su vez coincidía con la tontería de la Ouija. Pero lo atribuimos a la simple coincidencia.
A pesar de ello uno de mis amigos no pudo celebrar el Halloween del año siguiente porque necesitaba preparar un examen de química muy importante para su carrera. Aún así nos insistió que fuéramos nosotros para no estropearnos el día.
A regañadientes lo hicimos pero nos llevamos un buen susto cuando casi nos da un petardo que se le había descontrolado a un niño. Pero nos salvamos de milagro haciendo que tanto mi amigo como yo nos rieramos por la suerte que habíamos tenido. Sonrisa que se nos congeló en los labios cuando una llamada nos avisó de un incendio en la casa de mi amigo a consecuencia de unos productos químicos. La familia de mi amigo se encontraba fuera de casa así que se salvaron pero él no.
Tres muertes eran suficiente para que hasta para que el más incrédulo comenzará a sentir el miedo en su cuerpo por lo que al siguiente año nos quedamos en casa tratando de evitar hacer cosas peligrosas. Pero no fue suficiente pues unos ladrones se colaron en la casa pensando que no había nadie. Al encontrarnos no dudaron en abrir fuego antes de salir corriendo.
A mi no me dieron más que en el hombro por lo que se me paralizaría durante un tiempo pero a mi amigo le acertaron en el corazón por lo que ahora ya no tiene ninguna preocupación pues reside en el cementerio. Yo en cambio he conseguido sobrevivir pero por poco tiempo. Se que menos de un año tengo de vida. Un año que utilizo para vivir como puedo entre la aceptación, el terror y el enojo con la estúpida decisión que ya hace más de cuatro años y medio tomamos creyendo que no sería más que un juego de niños. Un juego de niños que ruego encarecidamente que a nadie más se le ocurra probar. Aunque parezca una tontería jugar con lo que no se conoce puede acarrear graves consecuencias.





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