Amor por los aires - Marian Muñoz


                                          


5:30 AM.- Hoy es nuestro aniversario, mi churri me tiene preparada una sorpresa que no ha querido adelantar. Me apura para salir de casa, tras una ducha rapidita, no me ha dado tiempo ni a maquillarme, dice que estoy más guapa así. Le pregunto por el desayuno, y me contesta que lo haremos más tarde.
6:18 AM.- Llegamos a la base aérea, pasamos el control de seguridad y nos dirigimos al hangar. Al no haber tomado mi café matutino estoy aún en fase Rem, siento mis ojos más achinados que de costumbre.
7:00 AM.- Tras saludar y compartir impresiones con los muchachos de su patrulla, han tenido la gentileza de prestarme un mono de aviador como el de ellos, para que no desentone, según dicen, pero compruebo que tras vestirme, se han colocado a la espalda la mochila de su paracaídas.
7:40 AM.- Una furgoneta color caqui tras cruzar la pista de aterrizaje nos acerca a la escalinata de un avión. Gracias a la caballerosidad de todos, me ayudan a subir, a pesar de lo adormecida que estoy, empiezo a ponerme nerviosa, no sé qué trama mi churri, pero creo que no me gusta.
8:00 AM.- Dentro nos sentamos en unas duras bancadas pegadas a los costados del avión, enfrente mío los compañeros, y a mi lado esta mi chico, quien tras abrocharme un cinturón de lo más rústico a las piernas, me coge de la mano para tranquilizarme. Tras cerrar la portilla comenzamos la maniobra de despegue. Nunca había estado en el interior de un avión militar, la decoración es espartana y supongo que práctica, empieza a molestarme el olor a metal, cuero y humanidad que encierra su interior. Ya estoy bien despierta, y tras coger mi móvil, nos hacemos un selfie que rápidamente mando a tres grupos de wasap. Guardo el teléfono en un bolsillo del pantalón cerrando la cremallera, no sea que por un bache se escape, y empiezo a disfrutar del viaje.
8:22 AM.- Alguien se ha vuelto loco y ha abierto la puerta, el ruido ensordecedor y el frío invernal que entra, a pesar de ser verano, ponen en marcha todas mis alertas. Grito para que la cierren, pero nadie me oye o mis palabras se congelan al salir de mi garganta. Todos menos uno de los sentados enfrente se ponen de pie, sonriendo y chocando las palmas se acercan a la puerta y se tiran por ella, desestabilizando el avión cada vez que saltan. Cuando ya lo ha hecho el último, mi churri me desata el cinturón y empieza a colocarme un arnés, por lo que veo sin paracaídas, así que respiro un poco aliviada. Ata mi espalda a su parte delantera, voy a decirle que no es momento para jueguecitos eróticos, cuando con un movimiento preciso y controlado nos ponemos de espaldas en el quicio de la puerta. Como loca busco algo donde agarrarme, no quiero salir por los aires, pero antes de darme cuenta saltamos al vacío. Empiezo a gritar y a rezar a la vez, pidiendo a Dios que me salvara, no quería morir aún, y como si el ser divino me oyera, una mano nos agarra y nos sube en el aire, produciendo después un suave deslizamiento hacia abajo.
A pesar del pánico consigo mirar hacia arriba, sobre nuestras cabezas hay inflado un enorme paracaídas y acto seguido mi pierna empieza a temblar, no paraba, seguro que estaba a punto de darme un infarto. Tras abrir un poco más los ojos veo enfrente a un paracaidista que cámara en mano no pierde detalle de nuestro descenso, Me atrevo a mirar hacia abajo para disfrutar un poco del momento, dándome cuenta que la tierra no es redonda, todo está plano, el mar, la ciudad que me cuesta reconocer y hasta las montañas cercanas están todas planas. Mi pierna continúa temblando, ¡seguro que me va a dar algo!
Finalmente aterrizamos con mucha suavidad, al querer besar el suelo se interpone mi churri y la tela del paracaídas nos envuelve a los dos. Nos ayudan a desenredarnos de las cuerdas, y esta vez el tembleque de la pierna es mucho mayor, así que intentando darme un masaje en la zona, me percato que era el móvil que vibraba. Lo saco del bolso y veo cientos de emoticonos que han enviado mis colegas por wasap.
9:30 AM.- Por fin desayunamos todos juntos en el hangar, mientras los muy capullos proyectan en una pantalla la grabación de la caída, los primeros habían formado un corazón en el aire, y luego mi cara de susto y terror hasta que pude relajarme. Nunca olvidaré mi aniversario, pero creo que jamás me volveré a acercar a la base aérea.







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