5:30
AM.- Hoy es nuestro aniversario, mi churri me tiene preparada una
sorpresa que no ha querido adelantar. Me apura para salir de casa,
tras una ducha rapidita, no me ha dado tiempo ni a maquillarme, dice
que estoy más guapa así. Le pregunto por el desayuno, y me
contesta que lo haremos más tarde.
6:18
AM.- Llegamos a la base aérea, pasamos el control de seguridad y nos
dirigimos al hangar. Al no haber tomado mi café matutino estoy aún
en fase Rem, siento mis ojos más achinados que de costumbre.
7:00
AM.- Tras saludar y compartir impresiones con los muchachos de su
patrulla, han tenido la gentileza de prestarme un mono de aviador
como el de ellos, para que no desentone, según dicen, pero compruebo
que tras vestirme, se han colocado a la espalda la mochila de su
paracaídas.
7:40
AM.- Una furgoneta color caqui tras cruzar la pista de aterrizaje nos
acerca a la escalinata de un avión. Gracias a la caballerosidad de
todos, me ayudan a subir, a pesar de lo adormecida que estoy, empiezo
a ponerme nerviosa, no sé qué trama mi churri, pero creo que no me
gusta.
8:00
AM.- Dentro nos sentamos en unas duras bancadas pegadas a los
costados del avión, enfrente mío los compañeros, y a mi lado esta
mi chico, quien tras abrocharme un cinturón de lo más rústico a
las piernas, me coge de la mano para tranquilizarme. Tras cerrar la
portilla comenzamos la maniobra de despegue. Nunca había estado en
el interior de un avión militar, la decoración es espartana y
supongo que práctica, empieza a molestarme el olor a metal, cuero y
humanidad que encierra su interior. Ya estoy bien despierta, y tras
coger mi móvil, nos hacemos un selfie que rápidamente mando a tres
grupos de wasap. Guardo el teléfono en un bolsillo del pantalón
cerrando la cremallera, no sea que por un bache se escape, y empiezo
a disfrutar del viaje.
8:22
AM.- Alguien se ha vuelto loco y ha abierto la puerta, el ruido
ensordecedor y el frío invernal que entra, a pesar de ser verano,
ponen en marcha todas mis alertas. Grito para que la cierren, pero
nadie me oye o mis palabras se congelan al salir de mi garganta.
Todos menos uno de los sentados enfrente se ponen de pie, sonriendo y
chocando las palmas se acercan a la puerta y se tiran por ella,
desestabilizando el avión cada vez que saltan. Cuando ya lo ha
hecho el último, mi churri me desata el cinturón y empieza a
colocarme un arnés, por lo que veo sin paracaídas, así que respiro
un poco aliviada. Ata mi espalda a su parte delantera, voy a decirle
que no es momento para jueguecitos eróticos, cuando con un
movimiento preciso y controlado nos ponemos de espaldas en el quicio
de la puerta. Como loca busco algo donde agarrarme, no quiero salir
por los aires, pero antes de darme cuenta saltamos al vacío.
Empiezo a gritar y a rezar a la vez, pidiendo a Dios que me salvara,
no quería morir aún, y como si el ser divino me oyera, una mano nos
agarra y nos sube en el aire, produciendo después un suave
deslizamiento hacia abajo.
A
pesar del pánico consigo mirar hacia arriba, sobre nuestras cabezas
hay inflado un enorme paracaídas y acto seguido mi pierna empieza a
temblar, no paraba, seguro que estaba a punto de darme un infarto.
Tras abrir un poco más los ojos veo enfrente a un paracaidista que
cámara en mano no pierde detalle de nuestro descenso, Me atrevo a
mirar hacia abajo para disfrutar un poco del momento, dándome cuenta
que la tierra no es redonda, todo está plano, el mar, la ciudad que
me cuesta reconocer y hasta las montañas cercanas están todas
planas. Mi pierna continúa temblando, ¡seguro que me va a dar
algo!
Finalmente
aterrizamos con mucha suavidad, al querer besar el suelo se interpone
mi churri y la tela del paracaídas nos envuelve a los dos. Nos
ayudan a desenredarnos de las cuerdas, y esta vez el tembleque de la
pierna es mucho mayor, así que intentando darme un masaje en la
zona, me percato que era el móvil que vibraba. Lo saco del bolso y
veo cientos de emoticonos que han enviado mis colegas por wasap.
9:30
AM.- Por fin desayunamos todos juntos en el hangar, mientras los muy
capullos proyectan en una pantalla la grabación de la caída, los
primeros habían formado un corazón en el aire, y luego mi cara de
susto y terror hasta que pude relajarme. Nunca olvidaré mi
aniversario, pero creo que jamás me volveré a acercar a la base
aérea.
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