Derretida - Marian Muñoz

                                  


Tras un frugal desayuno servido en el avión, los pasajeros comenzamos a relajarnos leyendo o consultando el móvil. Todos, excepto las criaturitas que tenía detrás, tres inquietos chiquillos con muchas ganas de jugar.
De repente oímos llorar a uno que acaparó nuestra atención. Se levantó y dirigiéndose a donde estaban sus padres les mostró el bolsillo manchado del niqui. Había guardado en él la pastilla de mantequilla que venía en la bandeja. El calor la había derretido y al intentar sacarla no sólo se pringó enterito, sino que dejó su huella por toda la zona del avión en donde se había movido.







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