Necesidad obliga - Marga Pérez

                                        


Leonor buscaba desesperadamente un hombre con posibles. Sin embargo, debido a su aspecto, no le iba a resultar nada fácil. Leonor era ya una abuela, sin nietos, pero abuela al fin y al cabo. Estaba más cerca de los ochenta que de los setenta y la artritis había deformado sin piedad un cuerpo que antaño levantara pasiones. Lo de los posibles era algo que decía jocosamente ante el espejo cada mañana para animarse, pero, se conformaba con un hombre que la acompañase, que la motivase para cocinar, para salir, para levantarse... Porque, no se si sabéis que Leonor estuvo más de cuarenta años felizmente casada con un hombre que la llenaba plenamente. Tan plenamente que no tuvo ningún tiempo para hacer amigos, para disfrutar sin su compañía, para hacer lo que le gustaba... Hace cinco meses que el murió . Leonor quedó sola.¡Bueno! Tiene un hijo, soltero y, según ella, rarito... se dedica a recorrer el mundo. Leonor no sabe muy bien con que finalidad pero si sabe que no para en ningún sitio más de quince días. Con ella estuvo un mes cuando su padre murió: muy cariñoso, muy cercano, muy charlatán...pero se fue y no sabe cuando podrá volver. Ahora si que se quedó sola del todo.
El sol ya calienta el día cuando Leonor sale de la cama dolorida y anquilosada tras una larga noche de quietud plagada de sueños felices. Cada noche Efrén, su marido, los protagoniza, animándola así a quedarse adormilada hasta bien entrada la mañana .Una vez puesta en pie y tras mover con dolor cada una de sus articulaciones se dirige al baño. De pie frente al espejo se mira casi sin verse. Y con los pelos tipo nido deshecho, los ojos caidos con el mismo desplome de sus cejas, papos y comisuras, esboza una gran sonrisa a su imagen que le contesta esbozando una gran sonrisa.
-No te preocupes Leonor, no hay maquillaje que no pueda arreglarte. Y tras asearse por partes regresa al espejo para, a base de cremas y pinturas, tratar de quitarse algún año de encima.
No lo consigue pero si mejora el aspecto . Su mirada se llena de luz. Su sonrisa se vuelve más jovial. Su ánimo sube y al final, si que parece más joven.
-Leonor, estás estupenda. Se dice. -Puede que hoy encuentres ese hombre que buscas. No te fijes en cualquiera, ya sabes, que tenga posibles, si no no merece la pena que pierdas el tiempo.
Este es el rito mañanero antes de salir hacia el centro de salud. Pero...no penséis que es una adicta al médico. No. No tiene ninguna necesidad de él ni de sus medicinas. Sabe que allí se va a encontrar con personas como ella con las que podrá charlar un rato. Puede que incluso encuentre al hombre que busca. Siempre es lo mismo: se sienta tranquilamente y empieza a hablar de su artritis, cuando alguien entra en la conversación se sienta a su lado para hablar de cosas más cotidianas y así pasa el rato. Exactamente hora y media cada día. Entonces se levanta y regresa a casa tras detenerse en la tienda a comprar algo para comer. La tarde la pasa casi siempre frente a la tele cosiendo u ojeando alguna revista vieja.
Esta tarde estaba en éstas cuando suena el timbre de la puerta. Con dificultad se levanta y medio encorvada, dando pasos diminutos, llega a abrir. Se encuentra a un hombre y una mujer ya mayores. Sonrientes, bien vestidos y con un folleto en la mano .
-Buenas tardes, ¿tendría un ratito para charlar con nosotros? . Dice el hombre.
Era alto, con muy buena planta, trajeado , con una cara dulce y sonriente que encandiló a Leonor.
-¡¡Por supuesto!! Y abrió de par en par la puerta haciéndoles pasar hasta la tele.
Leonor no entendió muy bien a qué iban esos señores a su casa pero estaba encantada preparando café y la mesita de la sala para tomarlo.
Estuvieron por lo menos dos horas charlando. Eran encantadores y quedaron en que volverían al día siguiente tras la insistencia de Leonor.
Esta noche durmió muy bien. Efrén pasó buena parte de ella motivando sus sueños. Y. Como cada mañana, hoy sale de la cama dolorida y anquilosada tras una larga noche de quietud . El rito mañanero frente al espejo le devuelve una imagen más animada de si misma y más rejuvenecida. Hoy no va a ir al centro de salud. Tiene que preparar la visita de esta tarde: pasar la aspiradora, limpiar el baño, comprar para hacer un bizcocho, arreglarse...Está nerviosa. Quiere que todo esté en su punto. Que sus invitados se encuentren a gusto . Que vuelvan.
A las cinco, como habían quedado, suena el timbre. Leonor, más ligera que ayer, va a abrirles y les hace pasar con toda familiaridad a la misma sala. Sacan un folleto para hablar del Reino de Jehová. A Leonor le importa poco eso de Jehová pero se encuentra a gusto con ellos y habla de lo que piensa, de lo que le gustaría, de lo que cree, de lo que vive, de lo que es. Quizá es la primera vez que lo hace bajo la mirada atenta y el silencio respetuoso de dos personas desconocidas que en el fondo tienen su misma necesidad de compañía.
Hablando de Jehová , del Reino , de la Biblia, del pecado...se fueron haciendo amigos tarde tras tarde alrededor de una mesa. El café y el bizcocho dieron paso a temas más mundanos como la subida de la luz, la situación política , el inserso... Pasaron así varios meses hasta que le propusieron que formase parte de su grupo. Leonor lo tenía claro. No sabía qué significaba ser testigo de jehová pero ya era parte de ellos. La habían aceptado como era. No llegó a su vida el hombre con posibles que buscaba pero si la posibilidad de tener al lado a muchos otros dispuestos a acompañarla, y, por Jehová que la iba a aprovechar.










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