Leonor
buscaba desesperadamente un hombre con posibles. Sin embargo, debido
a su aspecto, no le iba a resultar nada fácil. Para empezar sus
dientes estaban muy lejos de ser perfectos, melena no es que tuviera
mucha y su altura era muy superior al resto de mujeres. Pero el
problema no radicaba en su falta de belleza. Ojalá ese fuera el caso
pues sería mucho mas sencillo. Pero la verdadera razón de su soledad
era su especie pues Leonor era un troll.
No
era un troll por ese afamado pero cruel apodo que se utiliza para
alguien cuya belleza no era abundante. Tampoco para las personas que
se dedican a molestar a otras de formas muy pesadas. Era literalmente
un troll. Una de esas criaturas tan altas que cubren con harapos sus
partes más íntimas y van de un lado a otro llevando un garrote
adecuado a su tamaño.
Leonor
había sido una troll muy reconocida en su propia comunidad. Hacía
muchos años pero las cosas habían cambiado desde entonces. Durante
el tiempo de juventud de Leonor se dedicaban a vagar de un lugar a
otro mientras cazaban para alimentarse. Eran tiempos de paz a
excepción de pequeñas rencillas y enfrentamientos con los gigantes
o los ogros.
No
tardaron en llegar los humanos y al ver su aterrador aspecto y sus
comportamientos bruscos los consideraron monstruos. Muchos los
cazaban mientras otros pocos los esclavizan para lograr sus fines en
guerras. Sometidos a una persecución brutal los trolls vieron
reducido su número drásticamente. Uno a uno fueron desapareciendo
algunos abatidos por humanos en sus propias cavernas mientras otros
fueron hechizados y derrotados por hechiceros en grandes castillos.
Finalmente
solo quedó el grupo de Leonor que no fueron una excepción y
decididos a llevar a los trolls a su extinción los humanos les
dieron caza sin descanso. Finalmente Leonor se quedó sola.
Escondiéndose de los humanos durante el día y vagando de cueva en
cueva, de despoblado en despoblado, por la noche.
Su
objetivo era encontrar a otros trolls, ver que no era la única que
aún seguía existiendo, con mucha suerte encontrar a un troll macho
con el que tener nuevos trolls y así formar una familia para dejar
de estar sola.
Cuando
ya enloquecía por las pérdidas sufridas y por la incapacidad de
relacionarse con nadie escuchó unos fuertes estruendos detrás de
una montaña. Se escondió, todo lo mejor que pudo con su gran
tamaño, y luego se acercó con precaución sólo para divisar como
los humanos trataban de una cazar a una enorme figura que no pudo ver
bien.
Con
la esperanza de que fuera otro troll no lo dudo a la hora de meterse
en la lucha. Debido a la sorpresa los humanos no fueron capaz de
reaccionar a tiempo y con ayuda de la otra criatura Leonor pudo
reducirlos.
Cuando
todo acabó se giró para ver a quién había salvado y su alma se
cayó a los pies cuando vio que la criatura no era otra cosa que un
gigante. Una especie con la que los trolls nunca habían tenido
buenas relaciones y a los que preferían evitar para no volver a
librar batallas violentas y encarnizadas sin sentido.
Inmediatamente
Leonor y el troll, que pronto revelaría llamarse Marcos, comenzaron
a discutir a plena voz olvidándose de los humanos por un momento.
Cuando se calmaron Leonor descubrió que la historia de Marcos era
muy similar a la suya y que los gigantes no habían tenido mejor
trato por parte de los dichosos humanos que tan juiciosos habían
considerado monstruos a otras criaturas basándose en su aspecto
físico.
Tras
un momento de reflexión Leonor y Marcos, troll y gigante, comenzaron
a alejarse juntos. Por primera vez en mucho tiempo Leonor se sentía
feliz. Marcos no era un troll pero nadie era perfecto, Leonor se
alegraba de haber encontrado a una criatura con la que poder hablar
aunque a veces fuera a gritos.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario