Nadie es perfecto - Eduardo Gómez

                                           


Leonor buscaba desesperadamente un hombre con posibles. Sin embargo, debido a su aspecto, no le iba a resultar nada fácil. Para empezar sus dientes estaban muy lejos de ser perfectos, melena no es que tuviera mucha y su altura era muy superior al resto de mujeres. Pero el problema no radicaba en su falta de belleza. Ojalá ese fuera el caso pues sería mucho mas sencillo. Pero la verdadera razón de su soledad era su especie pues Leonor era un troll.
No era un troll por ese afamado pero cruel apodo que se utiliza para alguien cuya belleza no era abundante. Tampoco para las personas que se dedican a molestar a otras de formas muy pesadas. Era literalmente un troll. Una de esas criaturas tan altas que cubren con harapos sus partes más íntimas y van de un lado a otro llevando un garrote adecuado a su tamaño.
Leonor había sido una troll muy reconocida en su propia comunidad. Hacía muchos años pero las cosas habían cambiado desde entonces. Durante el tiempo de juventud de Leonor se dedicaban a vagar de un lugar a otro mientras cazaban para alimentarse. Eran tiempos de paz a excepción de pequeñas rencillas y enfrentamientos con los gigantes o los ogros.
No tardaron en llegar los humanos y al ver su aterrador aspecto y sus comportamientos bruscos los consideraron monstruos. Muchos los cazaban mientras otros pocos los esclavizan para lograr sus fines en guerras. Sometidos a una persecución brutal los trolls vieron reducido su número drásticamente. Uno a uno fueron desapareciendo algunos abatidos por humanos en sus propias cavernas mientras otros fueron hechizados y derrotados por hechiceros en grandes castillos.
Finalmente solo quedó el grupo de Leonor que no fueron una excepción y decididos a llevar a los trolls a su extinción los humanos les dieron caza sin descanso. Finalmente Leonor se quedó sola. Escondiéndose de los humanos durante el día y vagando de cueva en cueva, de despoblado en despoblado, por la noche.
Su objetivo era encontrar a otros trolls, ver que no era la única que aún seguía existiendo, con mucha suerte encontrar a un troll macho con el que tener nuevos trolls y así formar una familia para dejar de estar sola.
Cuando ya enloquecía por las pérdidas sufridas y por la incapacidad de relacionarse con nadie escuchó unos fuertes estruendos detrás de una montaña. Se escondió, todo lo mejor que pudo con su gran tamaño, y luego se acercó con precaución sólo para divisar como los humanos trataban de una cazar a una enorme figura que no pudo ver bien.
Con la esperanza de que fuera otro troll no lo dudo a la hora de meterse en la lucha. Debido a la sorpresa los humanos no fueron capaz de reaccionar a tiempo y con ayuda de la otra criatura Leonor pudo reducirlos.
Cuando todo acabó se giró para ver a quién había salvado y su alma se cayó a los pies cuando vio que la criatura no era otra cosa que un gigante. Una especie con la que los trolls nunca habían tenido buenas relaciones y a los que preferían evitar para no volver a librar batallas violentas y encarnizadas sin sentido.
Inmediatamente Leonor y el troll, que pronto revelaría llamarse Marcos, comenzaron a discutir a plena voz olvidándose de los humanos por un momento. Cuando se calmaron Leonor descubrió que la historia de Marcos era muy similar a la suya y que los gigantes no habían tenido mejor trato por parte de los dichosos humanos que tan juiciosos habían considerado monstruos a otras criaturas basándose en su aspecto físico.
Tras un momento de reflexión Leonor y Marcos, troll y gigante, comenzaron a alejarse juntos. Por primera vez en mucho tiempo Leonor se sentía feliz. Marcos no era un troll pero nadie era perfecto, Leonor se alegraba de haber encontrado a una criatura con la que poder hablar aunque a veces fuera a gritos.






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