Leonor buscaba desesperadamente un hombre con posibles. Sin embargo, debido a su aspecto, no le iba a resultar nada fácil.
Bueno éste era el principio
de su nuevo relato pero a última hora decidió cambiarlo. Había que
ser más positiva, quererse y aceptarse. Tal vez no era tan agraciada
como lo que se cree “normal” pero tenía muchas otras cosas
esenciales para caer en gracia, por ejemplo su simpatía y su buen
humor.
Leonor pensó en un hombre con
dinero, aunque verdaderamente no lo necesitase. Comenzó a salir con
los amigos de sus amigas más pijas, pero eso duró lo que dura un
verano porque o bien ellos eran demasiado estirados o eran tan sosos
que parecían de escayola. Luego pensó en arreglarse un poco su
aspecto porque ellas, sus amigas, también lo habían hecho. Incluso
lo hizo Clementina, que a la pobre su madre le dio la espalda en
lugar del pecho.
Leonor se pasó toda una tarde
de sábado viendo una película que repetían todas las Navidades,
“Princesa por sorpresa”. Y copió todos los detalles de cómo
convertirse en un bellezón o algo cercano.
Ya de lunes ocupó toda la
semana en coger citas para la sauna, odontología, esteticismo,
peluquería, tiendas de moda, de alimentación y cómo no, el
gimnasio. Se gastó un pastizal en su culto al cuerpo y al cabo de
dos semanas estaba irreconocible y se dijo así misma. “Ahora a
triunfar con esos hombres bien colocados” y así fue a una sala de
fiestas donde alguno estaba bien colocado pero por el alcohol, otros
entraban con cachaba, la verdad, de esos había pocos. Aún aparecía
alguno de buen ver por la puerta del local.
Se puso en la barra y pidió
un martini seco. Un hombre con corte de pelo a lo “modern Tolking”,
pero ya con canas, la miró de arriba abajo y saludó alzando su
cubata de ron. El señor estaba apoyado en la barra, era atractivo
pero cuando se reía se notaba que le faltaban dos piños de cada
lateral.
Leonor creyó que después de
eso ya nada podría ser peor, pero sí, algo peor se acercaba
tambaleándose hacia ella. Un hombre muy colocado y con posibles...
de caerse al suelo. Abrió su boca muy cerca de ella y su aliento
pestilente la hizo retroceder cayendo en los brazos del hombre que le
faltaban dos dientes.
“El modern Tolking” le
dijo que eso era cosa del destino, pero ella se lo quitó de la
cabeza, señalando al borracho que la había hecho dar el traspiés.
De ese modo comenzaron a hablar, de la vida en general. Cuando Leonor
decidió irse, “el modern Tolking” se ofreció acompañarla hasta
un taxi y se intercambiaronn el número de teléfono.
Siguieron nuevas citas para
salir a cenar, al cine, al teatro.
Él era un buen conversador,
pero Leonor se dio cuenta de que algo no funcionaba. Antonio, que así
se llamaba “el modern Tolking” nunca le puso la mano encima, ni
le intentó robar un beso. Y eso a ella le fastidiaba, pues fue
educada para no llevar la iniciativa en ninguna relación y nunca
llevaría; por eso pensó que se quedaría sin besos antes de ser una
mujer lanzada.
“¿De qué me han servido
todos los euros que me he gastado en ponerme hermosa?” reflexionó.
Lo que ella no sabía es que Antonio era tan tímido que nunca daría
el paso si ella no se declaraba.
Antonio tenía miedo al
rechazo, había cosechado demasiadas calabazas y también malas
experiencias en su vida.
A Leonor le costó un año y
seis meses averiguarlo y para entonces estaba casi segura de que no
estaba enamorada de él más bien era una relación de amistad.
Además Antonio no era un hombre tan rico, simplemente era un
currante más.
La suerte de su amigo
consistía en tener trabajo, porque lo normal en los tiempos que
estaban viviendo era ser un parado que encima busca amor. Un hombre
sin amor es como un parado de larga duración.
Leonor en cambio era una mujer
bien acomodada, además de tener un buen puesto de trabajo como
funcionaria del estado, la herencia de sus abuelos la habían dejado
en muy buena posición. Realmente no necesitaba depender de nadie,
actuaba de esa forma por costumbre al ver que las demás lo hacían.
Lo hacía más por las apariencias.
Aquella noche en la que
Antonio la dejó en casa después de haber ido al cine ella se armó
de valor y antes de salir del coche le comunicó que la historia iba
muy deprisa. “¿muy deprisa?” repitió él. “Bueno, quizás no
tan deprisa, quizás sea esa la razón, que no hay más que amistad y
busco otra cosa” musitó ella, dejándole claro que hasta ahí
habían llegado.
Leonor intentó dormir y pensó
que ya nada le tenía que quitar el sueño, que incluso debería
sentirse aliviada. Después de un rato se quedó dormida intentando
convencerse de que lo que hizo era lo correcto.
Pasaron dos semanas sin que
nadie la llamase para ir al cine ni tomar un café, se sentía sola.
Ella seguía pensando que lo había hecho bien con Antonio, aunque no
lograba quitárselo de la cabeza.
Transcurrido un mes desde que
finalizó las citas con Antonio, una amiga la llamó para comer
juntas. Fueron al italiano y lo que son las casualidades de la vida,
allí se encontró con él frente a frente. Antonio iba acompañado
de una joven muy hermosa con la que no paró de reír en toda la
comida. Al terminar él se fijó en Leonor y la saludó aunque ella
fue bastante desagradable y altiva con él.
Leonor regresó a casa y se
sintió muy cruel, eso le hacía deprimirse. Se dijo así misma...
“¿Qué haré con mi vida?” y con las mismas se respondió: “Ya
lo pensaré mañana” y se acostó, intentando relajarse para así
poder dormir y que llegase pronto otro día.
Un timbrazo en la puerta la
hizo despertar. Miró el reloj, apenas eran las 10:00 de la mañana
de un sábado desprovisto de energía. Leonor abrió la puerta a un
repartidor de flores con un ramo de doce rosas rojas y una tarjeta
que decía.
“Una vez en la vida pasa un
tren para cada cosa, ¿lo vas a dejar partir?” Firmado por Antonio.
Le dio una propina al chico.
Seguidamente de cerrar la
puerta de su apartamento se dirigió al teléfono para llamar a
Antonio, y agradecerle el detalle aunque no sabía que podía
significar.
“Antes de que digas nada,
(dijo él) la chica es mi hija, de mi primer matrimonio.” A Leonor
le cambió el gesto de la cara por uno más relajado. Antonio
prosiguió “¿Podemos comer juntos?, Te echo mucho de menos, aunque
solo te guste como amigo.” Leonor se quedó sin posibles argumentos
para volverlo a rechazar y de su boca salieron palabras balbucientes,
frases sin sentido, pero eso era positivo. Sabía que buscaba amor y
no un hombre con posibles. Sabía que tenía montones de defectos y
que Antonio la aceptaba tal y como ella era.
Y así fue el verdadero
comienzo de una historia de amor. Empezando por aceptarse ella misma.
No hacía falta pensarlo mañana. La respuesta fue rápida y concisa.
“¿Cuando nos vemos?”
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