Relato inspirado en la fotografía.
Querida Valeria;
Te escribo esta
carta, la última carta, para pedirte un gran favor personal. Eres la
persona en quien más confió, por eso te lo pido a ti.
Hace once meses
que nos despedimos y partí de Alemania hacia España, ese país de
Europa donde descansa el sol en invierno. Han sido los mejores meses
de mi vida.
Comprendo que te
extrañara mi decisión repentina de irme. Ahora te voy a explicar la
razón.
Un mes antes de
marcharme me diagnosticaron cáncer de mama. Nunca me gustó acudir a
los médicos, por eso cuando recibí la noticia, estaba en un estadío
avanzado. Sabía que algún día ese monstruo se presentaría en mi
interior. Mi abuela, mi madre y después mi hermana murieron del
mismo mal. Viví años al lado de ellas viendo como una tras otra
luchaban y se deterioraban. La quimioterapia se las comía por dentro
al igual que el cáncer y las tres tuvieron el mismo final. Juré que
yo no pasaría por lo mismo. Cuando supe que la cuenta atrás se
había puesto en marcha decidí darle un adiós a la vida por todo lo
alto. Me miraste con cara extraña cuando me subí a mi recién
estrenada furgoneta Volkswagen naranja y marrón con una margarita
gigante pintada en la puerta, metida en un largo vestido amarillo y
con flores en el pelo. Sí, siempre quise llevar una vida hippie y al
fin lo conseguí.
Cuando llegué a
España lo primero que hice fue adoptar una perra, quería una de
gran tamaño porque viven menos tiempo, la quería ya entrada en
años, con una esperanza de vida no superior a la mía para no
dejarla desamparada cuando llegara mi momento de decir adiós. Así
es como entró en mi vida una vieja mastina que había sido pastora
de un rebaño de ovejas desde cachorra y tras morir el anciano dueño,
su hijo vendió las reses y me ofreció a la perra al no poderla
llevar con él a la ciudad. Le llamé Compañera.
Compre dos
pañuelos iguales para el cuello, uno para ella otro para mi y así
comenzamos el trayecto por este hermoso país.
Me acompañó a
todos los rincones a los que nos conducía la furgoneta. Conocimos a
muchísimas personas interesantes en nuestro camino mientras
estuvimos juntas. El único momento en el que no me pudo acompañar
fue en este de la foto que te adjunto en la carta. Yo voy en el globo
amarillo que se ve justo sobre el lago. Compañera no se subió
conmigo y permaneció esperando en tierra la hora y media que duró
la excursión. Ese lugar se llama Fisterra, Fin de la Tierra, hermoso
nombre. Allá arriba, en el silencio del cielo, experimenté una
especie de revelación. Sentí que yo era parte de un todo mucho más
grande. Entendí que mi existencia continuaría después de abandonar
mi cuerpo.
Compañera
permaneció a mi lado en estas aventuras durante nueve meses. Cuando
llegó su final, hice que fuese el mismo que deseaba para mi.
Acudimos a un hospital veterinario y le practicaron la eutanasia
antes de que el dolor insoportable invadiera su cuerpo. Le acompañé
durante todo el proceso. Se fue tranquila.
Después fue
incinerada, llevo conmigo un colgante de plata con sus cenizas. Su
final fue justo a tiempo. A partir de entonces mi cuerpo comenzó a
exigir una mayor dosis de morfina para resistir. Supe que había
llegado mi momento.
Le regalé mi
furgoneta a un chico amable que conocí en el hospital veterinario,
su sueño es conocer Europa, le he dado la dirección de tu
restaurante para que os visite cuando pase por ahí.
Sí, no me he
equivocado, he escrito tu restaurante. Lo he arreglado todo y os lo
delego a ti y a Gustav. Os conocisteis en él, pasamos muchísimos
años juntos codo con codo, en las duras y en las maduras. Sois como
hijos para mi y vuestros hijos como mis nietos ¿Quién mejor que
vosotros para continuar con mi legado?
Ahora me
encuentro en una cama de un hospital en Zúrich. La carta la está
escribiendo una encantadora enfermera que permanecerá a mi lado
hasta el final.
El favor que te
pido, es que vengáis a recoger mis cenizas. Todo está indicado en
los documentos que acompañan esta carta. Entre mis pertenencias
también encontrarás las cenizas de Compañera. Debes juntarlas en
una misma urna.
También
encontrarás unos billetes de avión, para vosotros dos y los niños,
todo está organizado para que viajéis hasta Fisterra. Y en el mismo
lugar donde volé en globo puedas esparcir nuestras cenizas para que
formemos parte del universo para siempre.
Ahora lo sé,
existir es un hermoso regalo. Me voy llena de paz, dando gracias a la
vida por todo lo que me ha otorgado.
Os deseo que en este hermoso camino al que llamamos vida, sintáis la
dicha y plenitud de lo maravilloso que es estar vivos. Recordad que
el mundo entero está ahí para vosotros para que disfrutéis de él.
Sed felices.
Gracias por todo.
Os quiero. Con todo mi amor:
Sigrid.
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