Fluir - Dori Terán

                                       
Relato inspirado en la fotografía


Estaban dispuestos como una jauría de colores esparcidos sobre una zona de naturaleza mágica. Haciendo gala de una sinfonía de tonalidades, desprendían encanto y seducción. Aún no habían despegado y las góndolas de tamaños distintos en cada globo se apoyaban sobre el suelo, vacías, en espera de los pasajeros. Fuertes cordones y sogas las mantenían atadas a la parte superior. La recamara de cada uno se mantenía firme, la tela inflada en forma de gota constituía la parte más vistosa del mecanismo. La zona más baja de la misma permanecía abierta y un termostato hábilmente colocado en dicha abertura insertaba un gas a propulsión que además de mantener la tela completamente extendida iba a movilizar los artilugios al despegue y en toda la travesía. Y Allí estaba Inés, nerviosa, emocionada. El reto consistía en remontar aquel terreno y tocar el cielo. Le había costado encontrar la manera de ponerse en contacto con personas que en sus horas de recreo practicaran estos desplazamientos. La búsqueda de sentir la emoción y la aventura y un cierto riesgo al flotar en el aire era más fuerte que sus miedos. Cuando el afán está impregnado de pasión todo se consigue. Así que recurrió al sabelotodo de Google y su ordenador le ofreció el contacto con varias empresas que se dedicaban a organizar el vuelo. Arco Iris se llamaba la que había escogido. No hizo muchas preguntas sobre el plan, el deseo de experimentar la sensación era la respuesta que más ansiaba. Sabía que el viaje se realizaba en grupo y que un experto piloto iba a conducir el rumbo del aparato .Controlaría las alturas aprovechando las corrientes de aire distintas que se dan en cada una de ellas dirigiéndose de este modo hacía el lugar que interese. Con todo el entusiasmo y confianza se apuntó. Nunca había confesado a nadie ese deseo suyo de volar. Y es que nadie conocía su secreto. Cuando Inés entregaba su alma y su cuerpo cada noche en los brazos de Morfeo un sueño se repetía insistente noche si, noche no. Volaba, si, ella volaba. Sin alas, sin motor, sin mecanismo. No sabía como pero volaba. Y en ese vuelo onírico pretendía agarrarse a una nube, a la luna, a una estrella a cualquier cosa donde ella pudiese conducir el vuelo. Quería ser su propio capitán, elegir su norte. Pero no, era zarandeada por el viento y en su lucha le llegaba a doler el aire que azotaba su rostro y que cegando sus ojos arrancaba lágrimas y tirones brutales en su pelo. Y nunca llegó a un destino su vuelo solo era dolor y miedo. Era tiempo de conocer otro vuelo. La gente que se congregaba formando grupos y esperaba para subir era numerosa.
Fueron presentando los boletos a la vez que daban su nombre y se fueron acomodando en lo que ella siempre había llamado las canastillas. En el suyo eran seis personas sin contar al piloto. Un matrimonio de mediana edad y su vástago un adolescente larguirucho y escuálido. Una pareja de enamorados que continuamente se besuqueaban y ella. No hacía frio y se sentía la fuerza del fuego que impulsaba el aire caliente. Todos de pie y asomados como si fuera un balcón. La emoción a flor de piel. Dos, tres maniobras del hábil conductor y la ascensión comenzó. Despreocupada de todo lo que no fuese el paisaje ni siquiera escuchaba los comentarios y las risas de los pasajeros. La mirada clavada en aquel nuevo mundo, un mundo que siendo el mismo se percibía distinto al cambiar la perspectiva y la mirada. Las montañas que rodeaban el valle fueron haciéndose pequeñas y los hermosos lagos que iban reflejando la elegancia y los matices de los globos dejaron de ser espejos y desde la altitud se asemejaban a charquitos azulados invadiendo gamas de verdes mezcladas en formas geométricas lejanas. No tenía miedo. El espectáculo era maravilloso. Abandonarse a la visión le estaba permitiendo descubrir tantos giros, tanta variedad, una diversidad que nunca llegó a sospechar pudiese existir ante una misma circunstancia. El práctico les había explicado que probablemente no iban a aterrizar en el mismo lugar del que habían partido. Con mucha solemnidad y sentimiento les había dicho : “La aventura de volar en globo consiste en dejarnos llevar donde nos lleve el viento”. No pudo tocar el cielo, tanto no se elevó . Algo más importante llegó a su corazón: ”La aventura de la vida en este mundo consiste en fluir con la existencia que nos ofrece”. Cuenta Inés que su sueño de una noche si y una noche no ya nunca jamás fue una pesadilla y ha descubierto en su idilio con Morfeo maravillas vivas que nunca sospechó que existiesen.





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