Me encontraba en la
barra de LOGOS, descansando entre clases , cuando descubrí unos ojos
que me miraban con cándida dulzura tras una taza humeante.
Quedé prendado de
ellos y los seguí, embelesado, en su recorrido al aseo hasta que
desaparecieron de mi vista, pero los míos no pudieron moverse de
allí hasta que al rato volvieron a aparecer los suyos, que,
agradecidos por el detalle, me compensaron con una leve sonrisa.
Pagué de forma
mecánica y salí tras ella a la calle dispuesto a saber quien era la
que de esa forma me miraba, dirigiendo sus pasos y los mios a la
facultad de derecho, de donde yo había salido minutos antes . La
seguí hasta el aula, era de primero, yo entonces estaba en tercero,
por éso no la conocía. Al terminar las clases la esperé en el
claustro y la ví salir con otra chica, que, lejos de intimidarme, me
animó a que las siguiera con cara de reto y picardía. Ella no me
interesaba, yo sólo tenía ojos para Cándida... también podría
haberla llamado Dulce, mi melancólica enamorada.
Siempre me había
enamorado a primera vista, pero de forma tan ciega como con ella,
nunca. No podía dormir, ni estudiar, ni vivir... sólo pensaba en
ella, en sus ojos, en su mirada...si me preguntasen entonces por el
color de su pelo, la forma de su cuerpo o el timbre de su voz los
inventaría con toda seguridad pero convencido que realmente eran los
suyos, porque sus ojos sólo hacían juego con ella misma. No podía
ser de otra forma.
Cada día que la
veía me esforzaba por desprenderme de su mirada para ver algo más
de su cuerpo. Un día vi su nariz, pequeña y divertida entre dos
pómulos prominentes, huesudos y angulosos que disimulaban la
extrema delgadez de su cara.
Otro día pude ver
su boca, de labios finos y media sonrisa siempre acompañando su
mirada. Como si tuviese una conversación consigo misma, una melodía
interna, algo sólo de ella inseparable de sus ojos. En un momento
que se giró vi su cuello: largo, blanco, delgado y delicado. Y
también cómo se diluía entre el escote de su camisa para perderse
entre las clavículas bien marcadas bajo su tersa piel. La ropa
impidió que siguiese viendo pero intuí un cuerpo pequeño y
enclenque. Delicado como el de una bailarina de fina porcelana.
Por fín hablamos,
no sé que dijimos pero estuvimos hablando. Me invitó a su casa a
comer el siguiente sábado y pasé la semana viviendo de ese momento
e imaginando el que iba a venir...sólo vivía soñando con el
próximo sábado y con ella.
El sábado llegó,
compré unas flores para no llegar con las manos vacías. Ella misma
me abrió después de una eternidad.Llegué a pensar incluso que no
estaba en casa, que se había arrepentido.No. No había nadie más.
Iba a cámara lenta. Me hizo pasar a una habitación interior, mal
iluminada y con una decoración anodina. La mesa estaba puesta pero
no olía a comida. Sus ojos volvieron a ejercer de imán para los
míos y la seguí sin pensar. Nos sentamos después de decir
obviedades y quedamos mirándonos. El primer plato fue un recuelo de
verduras cocidas, sin grasa, sin sal, sin verduras, sin sabor, sin
sustancia. Estaba caliente y necesitamos bastantetiempo para poder
tomarlo. Gracia, que así se llamaba mi Cándida Dulce, recogió las
tazas con parsimonia y trajo el segundo plato: tofu con una ensalada
de córcuma, canónigos, frutos del bosque y nueces. Devoré el plato
a pesar de que el tofu nunca lo había probado y no era yo muy
amante de las ensaladas .Con el tiempo vi que había sido todo un
banquete. Eché de menos el pan, pero no dije nada embelesado como
estaba. Pensé también que el postre sería algo que compensase lo
ligero de la comida pero me deleitó con una infusión de yerbas
extrañas y sin ningún tipo de edulcorante. Después de recoger los
platos nos sentamos en el único sofá que había . Intenté un
acercamiento corporal después de besarla con dulzura y Gracia se
acurrucó contra mi, cerró sus bellos ojos y se quedó dormida como
un pajarín.Yo no pude hacer nada, me quedé a su lado velando su
sueño esperando que volviese a mirarme, cosa que hizo ya pasadas las
seis de la tarde, con tanta prisa que solo pude recoger mis cosas y
marcharme, quedando con ella nuevamente para otro día.
Juntos viviendo, lo
que se dice juntos fue un mes. Mes de auténtica levitación, no
sabía en que día vivía, ni en que hora estaba, sólo respiraba
pendiente de sus ojos. Creo que ese fue el cebo, sus ojos. Gracia me
introdujo en su dieta sin tan siquiera preguntar si me gustaba y yo
la dejé hacer . Cada día el menú era más escueto, yerbas y más
yerbas, pero...sólo podíamos amarnos, dormir y seguir mirándonos,
cada vez más melancólicos, más idiotas, más metidos en nosotros
mismos oyendo nuestras tripas. Sus ojos eran mi droga, lo único que
hacía que despertase, que siguiese a su lado, que durmiese.
Un día desperté,
no sabía si era de noche o de día, estaba confuso . Gracia dormía
desplomada a mi lado. Parecía un cadáver. No respondía a mis
llamadas. Me asusté
No sé cómo llamé
al 112 pero enseguida vinieron y se hicieron cargo de la situación.
Hubiese sido una tragedia de no haberlo hecho en ese momento.
Gracia se recuperó
después de meses de terapia y comida. Yo sólo tuve que acercarme a
un restaurante y pedir el menú del día para recuperar la cordura,
pero, la relación con Gracia ya no se pudo recuperar. Sus ojos no
eran los mismos, su mirada no tenía nada que ver con su mirada.
Nos dejamos. Seguí
con mis estudios, conocí a muchas chicas y, después de años
descubrí que las que más me ponen son las que están a dieta,
tienen algo en su mirada que me enamoran perdidamente, pero, sé
también que no puedo permitirles que cocinen para mi, los dos a
dieta estamos condenados a la locura.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario