Piel de melocotón - Esperanza Tirado

                                     


Me da no sé qué mirarme en el espejo. No me reconozco con tanta lorza. Casi ni entro entera. Quizás debería adelgazar. Bueno, tampoco es para tanto. No todas tenemos que ser modelos de pasarela de talla única. Mejor quito el espejo y santas pascuas. Voy a merendar, que me ruge todo.
Estos pantalones me quedan un poco apretados. Será de haberlos lavado sin suavizante. Venga, ya está. Buff, vaya culo, amiga.
El espejo del baño me mira mal. Yo no tengo esa tripa. Serán gases. O me va a venir la regla... No apunté la última, qué lío tengo. La lorza es bella, qué narices.
¿Me peso... no me peso...? No quiero mirar... ¡¡90 kilos!! Imposible. Bueno, es que tengo los huesos anchos como mi abuela.
Este dolor de cintura ya no es normal. Y la rodilla también me protesta... Vale, el lunes empiezo la dieta, en serio ya. Pero ¿Cuál escojo? Hay tantas... Mira, esta de las famosas de los batidos verdes que se ha puesto tan de moda. A ver si se me va a poner cara de marciana...
Probaré.
Arrgh, sabe a rayos. Ni echándole azúcar, ni sal, ni miel, ni limón. Intragable. Por el váter abajo que va.
Vale, sigo pensando en verde. Mmm, una cervecita bien fría y unas aceitunitas lo bien que me vendrían...
No. Para. Eso no. Verde de verdura.
A ver esta: La dieta de la alcachofa... Si fuera de la panda de la Rociito and company me podrían pagar una pasta por servir de conejillo de Indias. ¿Funcionará? ¿Me pasaré media vida en el baño?
Descartada. Seguiré mirando. Es fabuloso esto de internet, la de dietas que hay... Pero estas búsquedas no le van nada bien a mi culo que sigue en cuarto creciente.
Voy a dar una vuelta, a ver si me inspiro.
¿De qué me vale comprarme un chándal y unas deportivas supermolonas si al final acabo en el súper comprando pizzas?
No tengo remedio. Creo que voy a tener que visitar a un nutricionista, para que me obligue a comer sano. Aunque me cueste una pasta. Que yo sola no tengo fuerza de voluntad...
¡Anda! Melocotón en almíbar. ¡Qué rico! Cogeré cinco latas y me haré una tarta de esas sin horno.
¿Me da una bolsa? Gracias. ¿Qué me dice? ¿Una dieta a base de melocotón? ¿Y funciona? No hay nada que me guste más en el mundo, aparte de los bocatas de salchichón. Pero si me dice que se adelgaza, probaré.
Buff, creo que estoy aborreciendo el melocotón y todos sus derivados. Sueño que me atacan melocotones furiosos, que me hundo en un mar de mermelada de melocotón, que voy a Liliput y ositos de goma con sabor a melocotón me atan y me inmovilizan en la playa. Y cuando tenga niños nacerán sonrosaditos con cabeza de melocotón. Menos mal que los que me como vienen pelados en sus latas. Qué grima me da la pelusilla que sueltan al tocarlos en la frutería...
Qué mala cara tengo. Voy a cambiar de espejo, cada vez me veo peor. Soy todo ojeras. Hasta se me está poniendo piel de melocotón.
Mi reino por una pizza o un par de huevos fritos con jamón.
¡Socorro! “Jack y el Melocotón Gigante” de nuevo a la venta en librerías. Seguro que tendré que leerlo en el club de lectura de mi sobrina para este mes.
Esta dieta es una lata.





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