Mamá galáctica - Marian Muñoz


                                        

La cebolla estaba resultando más picante que de costumbre, no cesaba de llorar y estaba arruinándole el maquillaje. La máscara de pestañas caía a chorretones por la cara y de tanto secarse las lágrimas el colorete estaba desdibujado.
La desesperación engendró una buena ocurrencia, corrió al garaje y buscó en el maletero del coche la mascarilla antihumos de bombero que su marido guardaba para un apuro, ansiosamente se la colocó y volvió a la cocina para continuar preparando la cena.
¡¡Hurra! Ya no molestaba la cebolla, pero el resultado de la picazón anterior provocaba un reguero de mocos que no podía evitar sorber al no poder sonarse. En estas estaba, cuando su familia llegó, su hijo pequeño al verla de esa guisa soltó, señalando con un dedo: “¡Darth Vader!”
No pudo evitar responder con voz de ultratumba: ¡Yo soy tu maaaadre!





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