Pero no lo puede
evitar. Ir en coche le relaja. Coge el volante y no piensa en
el mundo exterior. Se olvida del trabajo, de los problemas, del
gobierno... Se olvida de ella que siempre le pone los nervios de
punta.
La retahíla
siempre sube de nivel. Y él acaba la discusión abriendo una puerta
y cerrando otra.
Deshojando la
margarita mientras conduce, piensa en si tal vez debería
cerrar esa puerta definitivamente y abrir ventanas hacia otra
dirección. Lejos de ella y de sus inesperados arrebatos.
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Hay veces que está justificado pensar en abrir otras puertas. Hay personas que se relajan conduciendo, a mí me sucede lo contrario. Qué complejos y diversos somos los humanos.
ResponderEliminarUn abrazo, Esperanza