El fuerte viento arremolinaba las sabanas en la cuerda del tendal, como amenazaba tormenta, decidí recogerlas aún sin secar para que no se empaparan más. Mientras mis dedos apresurados soltaban las pinzas y recogían las prendas con celeridad, un relámpago me pilló desprevenida, saltando una pinza antes de tiempo y volando una servilleta hacia la charca cercana. Al recogerla con las prisas, no sentí el sapo que llevaba apretujado entre la tela, y que al calor del hogar, comenzó a fisgar todas las estancias con inquietos saltos. Brinca que te brinca, lo capturé antes que nuestro perro, por el bien del sapo.
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