Últimamente, cuando
mi casera
venía a cobrar el alquiler, la acompañaba un sospechoso tufo
a alcantarilla mezclado con perfume
del caro. Siempre nos habíamos llevado muy bien y jamás había
notado yo que destilara semejante aroma. Cuando venía, la invitaba a
pasar y juntas tomábamos algo, yo café y ella una gaseosa. Nos
podíamos pasar horas conversando, hasta que comenzó a despedir
aquel olor nauseabundo. Entonces, cuando mi pituitaria se
soliviantaba ante semejante pestilencia, cortaba la charla como fuera
e intentaba que se largara pronto.
Hace unas semanas, de casualidad, pude ponerle solución al asunto. Trabajo en un centro de salud y de casualidad cayó en mis manos su historial médico. Alergia a la gaseosa, le produce gases, y menudos gases. Ayer cuando vino a cobrar le dije que no tenía y se tomó un café. El aroma a las rosas blancas de su perfume cobijó nuestra agradable charla, como en los viejos tiempos.
Hace unas semanas, de casualidad, pude ponerle solución al asunto. Trabajo en un centro de salud y de casualidad cayó en mis manos su historial médico. Alergia a la gaseosa, le produce gases, y menudos gases. Ayer cuando vino a cobrar le dije que no tenía y se tomó un café. El aroma a las rosas blancas de su perfume cobijó nuestra agradable charla, como en los viejos tiempos.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario