La
pluma serpenteaba insinuante dibujando signos hermosos sobre el
papel. El martillo, celoso, la atacó con fiereza. Ella se desplomó,
su belleza desfigurada, su sangre derramándose sobre los signos
hermosos y sobre los espacios en blanco. Algunos, llamaron al
martillo asesino. Otros, dijeron que ella lo había incitado.
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