Relato inspirado en la fotografía
Nunca
os adentréis en el interior del bosque, pues allí habitan criaturas
misteriosas y malignas que os arrancarán el corazón y se lo comerán
sin escuchar vuestros lamentos.
Ese
era el inicio de las historias de cada tarde de sábado, cuando
nuestros abuelos se reunían alrededor de la lumbre del hogar.
Se
decía que en una gruta cerca del río habitaba una vieja bruja que
sacrificaba gatos y se comía sus tripas. También decían que
secuestraba a los niños que merodeaban por el bosque. Se decían
muchas cosas de aquella solitaria mujer.
Con
el tiempo llegué a escuchar versiones contradictorias de su mala
suerte. Que había sido abandonada en el altar el día de su boda, y
se adentró en el bosque para morir. Que había hechizado al cura y
había huido antes de ser ajusticiada. Que perdió un hijo y se
volvió loca...
Se
sabía que, de jovencita, había vivido en una casa a las afueras del
pueblo. Su padre era forastero, trabajador temporero del campo. De su
madre no hubo nunca noticias. Y ella iba y venía, a sus anchas.
Por
eso decían que era una bruja. Pero yo estoy segura de que tenían
envidia de su libertad.
A
pesar de que su padre trabajaba en el campo, ella sabía leer y
escribir. Y la veían por el pueblo siempre cargada de libros. Cosas
de magia y hechizos, murmuraban las malas lenguas. Ella, ajena a
patrañas absurdas, se acercaba a la plaza los domingos y ocupaba una
esquina, donde recitaba poemas de todo tipo, atrayendo a unos y
escandalizando a otros, que se hacían cruces, pensando qué sería
de aquella pobre alma loca y descarriada.
Se
cuenta que sus andanzas la llevaban siempre, a la orilla del río,
donde se decía que organizaba aquelarres con otras locas que se
unieron a ella.
Se
apuntaban tantas cosas que nunca fueron verdad, que la realidad quedó
oculta en la cueva oscura cerca del río. Donde sí se sabe a ciencia
cierta que se reunían. Pero no para hacer brujerías ni hechizos.
Creo
que tan solo disfrutaban de la naturaleza y de su tranquilidad, lejos
de comentarios maledicentes. Y en ella se inspiraban; y leían
libros, y recitaban o cantaban historias sobre la vida, el amor y el
universo; que a veces dejaron por escrito. Pero la ignorancia pudo
más y aquellas reuniones y escritos se confundieron con brujerías y
malas artes.
Y
cuando fueron expulsadas, o simplemente se fueron debido al hartazgo
del continuo runrun,
se difundió la leyenda de que allí habitaban brujas que se comían
el corazón de los niños.
Pasado
el tiempo, su memoria se fue desdibujando del imaginario popular, y
los rumores se desvanecieron como por arte de magia.
Pero
aún hoy día nadie se atreve a llegar sólo hasta aquella cueva,
donde habitaba aquella bruja loca que siempre iba cargada de libros.
Quizás
alguna vez, cuando mucho más tiempo haya pasado, alguien sea capaz
de desentrañar su verdadera historia. Y escribirla. Para que en
tiempos futuros nadie tenga miedo de internarse y avanzar por bosques
desconocidos.
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