La maga del bosque o la confianza en la vida - Dori Terán


Relato inspirado en la fotografía



 …porque no importa tanto lo que sucede como lo que tú haces con ello…


 Vivía habitualmente fuera de esta realidad. Los pensamientos se agrupaban en su mente hilvanando historias, acciones y planes que nunca llevaba a cabo. –“Le voy a llamar…le voy a decir…tenemos que vernos…¡y si me dice que no!?...” y así iba cociendo un flash y otro flash en su imaginación. Hacía años que habían dejado de hablarse, se cruzaban por la calle y eran dos extraños. Ella sostenía la mirada fija en el rostro de él muchas veces en esos encuentros involuntarios y a todas luces molestos. Esperaba tal vez, un giro, unos ojos que dejasen asomar una explicación. El se hacía pequeño, doblaba el cuello y aceleraba los pasos hasta convencerse de que había desaparecido. Situación que se repetía una y otra vez de forma inesperada. Llegó un momento que el miedo a salir a la calle la paralizaba de tal manera que los movimientos en su vida le suponían un forzado juego al escondite. ¿Cómo era posible que el hombre qué un día la amó más que a nada en el mundo no la conociese? ¿Qué conjuro sobre su aliento le llenaba de miedo y cobardía ante la madre de sus hijos? Fue un tiempo triste, enfermizo y largo. Pero en el discurrir de la vida todo se fue disolviendo a través de lágrimas amargas y de enfermedades permitidas a la pena, enfermedades que la visitaron para advertirle como se estaba dañando con la situación. En el discurrir de la vida de él los velos que cubrían la quimera y el hechizo de otra mujer que fue y será por siempre la pasión de su vida, esos velos se fueron difuminando entre extrañas vivencias de maltrato, desprecio y humillación. Entre cadenas cortando toda libertad. La vida se tornó difícil para ambos pero aún desde el silencio los lazos energéticos y eternos que los seres portamos como un bagaje invisible con todas las personas compartidas…aún desde el silencio y desde los sueños hablaban sus almas. Los caminos de ambos eran divergentes y dificultosos sobre todo por el peso de lo no dicho, el perdón no perdonado, los enganches y encierros en juicios y ofensas. Todo era una losa sobre sus espaldas, un cepo en el corazón, un ahogo en la respiración…un diezmo en la existencia. Muchas veces volvía una y otra vez a reinventar y sentir lo que iba a decirle si en esta vida lo lograba y si no esperaría a la siguiente. Temía acercarse y ser despreciada y maltratada como en alguna ocasión sucedió. Se había curado de un cáncer que le había enseñado la belleza y la inteligencia de la serenidad, de la comprensión y la compasión. Conoció en limpieza y sanación la alegría de integrar el dolor como vida y por ende la alegría de vivir. ¡Si él llegase a conocer todo lo que ella había recibido y aprendido en la vivencia que él forjó!…¡sí supiera cuanta gratitud la embargaba y expandía en su vivir cotidiano!…¡si comprendiera cuán lejos quedaban los reproches, los resentimientos, las facturas, las venganzas!...tal vez entonces, tal vez, él pudiese desterrar la culpa castigadora de su vida y caminar con sus nuevas compañías en la paz que ofrece el perdón a uno mismo.
Entonces con estas reflexiones, ante estos deseos, plena de tan bellos sentimientos y actitudes sanadoras, con la confianza de que todos somos Uno en distintas versiones, o sea Universo, al Universo habló así: -“ Tú que orquestas orden y concierto, matemáticas y geometría, sincronicidad, Tú ,¡provoca!, dame ese encuentro en el momento conveniente”. Y descansó del murmullo continuo que siempre la acompañaba en su deseo y de la vida con freno y comenzó a fluir en la seguridad y la confianza del entendimiento que todo lo puede. Una mañana salió de su casa sabiendo que iba a ocurrir. ¿Intuición?, ¿Ley de correspondencia?,¿Vínculos energéticos? .Como sea que fuere sucedió. Plasmar con palabras lo que allí aconteció solo podrían hacerlo él y ella pero no están aquí. Ella con la sorpresa puso el corazón abierto en escucha y apenas pudo expresar todo lo que guardaba pendiente de decir. Consideró más importante atender lo que la estaba llegando en esa sabiduría innata que la vida nos regala seguramente como poso de otras vidas y aprendizajes. Percibía que él era en ese momento un bebé llamando a la madre perdida y protectora que siempre fue ella y que nunca le había fallado. Comprobó y sintió con claridad que todo él era un “titiribaile” que iba y venía probablemente ya para siempre al son de los dictados, de los caprichos y la tela de araña que crea el maltrato en los espíritus débiles y dependientes. Aun sabiéndolo, ella solo le brindó libertad y respeto. Y la vida que continúa pase lo que pase, siguió su curso. En un rincón de su ser, en el más hermoso de los rincones, el rincón de la delicadeza, ella guarda todo lo que no sabe si le podrá decir. No es nada que el desconozca, en todos los rincones interiores del ser resuena la energía compartida cuando no la nubla el desinterés, la culpa, la oscuridad que nos trabaja y el olvido de quienes somos. En la mañana de hoy cuando salió de la ducha en fragancia de limpieza, vistió un pantalón y una camiseta y se puso los playeros de caminar por el bosque. Había música en su pecho, la naturaleza la estaba llamando. Adoraba caminar sobre la hierba sinuosa y entre los arboles guardianes. Algún sentido sobrenatural se había despertado en ella y podía captar presencias y sensaciones negadas a los ojos del asfalto, del dinero y de la necesaria pero acaparadora vida material. No le causó demasiado asombro ver aflorar del verde suelo la cabeza de lo que se le antojó una bruja. Llevaba el gorro típico del clan, triangular y con el vértice bien marcado apuntando al cielo para recoger los milagros que este ofrece. La impresionó la expresión de la cara y un cabello escrupulosamente peinado enmarcando un óvalo firme. Parecía decir:- “Recomiendo calma y paciencia para el sortilegio de comunicación”. Y ofrecía en la mano que también asomaba, un palito simple y fino pero poderoso como una varita mágica porque conducía ambas premisas recomendadas. La tranquilidad y la certeza de que su mensaje llegaría al corazón de él en el momento adecuado para que lo pudiese comprender y allí donde estuviera, la devolvió la sonrisa y el paso como símbolos del aquí y el ahora que es el único tiempo que existe y al que sin más torturas, sin más preámbulos y sobre todo sin más expectativas, se dedicó y entregó por completo.
No pronunció palabras la maga pero ya lo había dicho todo y el halo áurico con el que se había manifestado, se convirtió en piedra. Y allí está en el bosquecillo para contemplación de quien quiera comprender los enigmas y las pruebas del camino y ofrece a cada uno la claridad y la fuerza que necesita. Solo hay que ir al bosque a buscarla. ¿Vienes?





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